viernes, 18 de mayo de 2018

Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga (MACAZ, ICED) Por Alberto Espinosa Orozco


Día del Museo 
 Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga (MACAZ, ICED)
Por Alberto Espinosa Orozco




I
Junto con el maestro Héctor Palencia Alonso fue uno de los principales promotores e impulsores de las nuevas figuras de la cultura durangueña durante más de cuatro décadas de infatigables esfuerzos. En los últimos años de si vida fue director del Museo Contemporáneo “Ángel Zárraga”(MACAZ, ICED), puesto que ocupo desde 1998 hasta su muerte, el día 20 de diciembre de 2004.
Para tristeza y duelo de toda la comunidad de amigos y artistas plásticos de Durango, el querido Maestro Guillermo Bravo Morán tocó el postrimero final de sus días para ausentarse definitivamente  de entre nosotros la madrugada en punto  del 18 de diciembre de 2004 a los 73 años de edad. Día de San Ausencio. Día de Consagración de la Catedral de San Luis y de la Expectación de Nuestra Señora, con cabecera en Zapopan en Guadalajara,  Jalisco. Con tan lamentable suceso el extraordinario pintor y maestro durangueño de varias generaciones de artistas cerró su ciclo no sólo como Director del Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga (MACAZ, ICED), también da fin a toda una era de esfuerzos y logros para la cultura regional, la cual alcanzó bajo su señero comando en lo que a la plástica se refiere un desarrollo inusitado en la provincia mexicana, ayudando con ello y esencialmente a poner la plástica durangueña a la cabeza dentro del paisaje nacional.
Con espíritu de verdad y luchando contra viento y marea los consistentes esfuerzos del Maestro Bravo Morán, abanderado con las caras virtudes del señorío, la humildad y la diligencia, lograron efectivamente levantar la expresión plástica de su región geográfica hasta una altura sin precedente ni paralelo en el contexto nacional, sembrando en su solar amado las semillas de la poesía, hoy convertidas en vigorosos árboles surtidores de imágenes y de oxigenante verdura, a los que ha llegado el tiempo de madurar y florecer para tomarle el relevo real en el tiempo.
Las dotes de inmejorable anfitrión del Maestro Bravo al frente del MACAZ radicaban en ese respeto absoluto por la tradición que sabía inapresable pero no inasimilable, y en la que también veía y valoró su indesconocible aspecto social y racional, pues es la tradición lo que permite a los hombres como grupo integrase a lo que consideran que les es propio y característico. Así, el gran artista plástico durangueño nunca afirmo la determinación del hombre por las instituciones y estructuras sociales para negar el valor de lo social en su raíz misma. Tampoco perpetro la acusación sólita de ser la traba del progreso, cadena de la libertad o cloaca de oscurantismo, sino que vio en ella la matriz misma de lo social por ser ella fuente y sinónimo de lo histórico.
El Maestro Bravo Morán estuvo durante muchos años a la cabeza de la cultura durangueña, siendo un maestro muy querido y de absoluto primer orden en el desarrollo de la educación artística regional. Todos sus alumnos y amigos de la cultura lo recuerdan con gran respeto, cariño y admiración por su singular obra plástica y dedicación al oficio de artista, de pintor comprometido con su comunidad. Una escuela primaria y una galería del Instituto Municipal de Arte y Cultura llevaron su nombre. Gracias a su constante labor magisterial, desempeñada no sin una paciente humildad, supo mantener viva una gran tradición pictórica regional, o que explica en última instancia el florecimiento de numerosas figuras de talla nacional dentro de la plástica en el Durango de la actualidad.
Los alumnos y amigos que tuvimos el privilegio de tratar o de acercarnos al Maestro Bravo fuimos testigos, en mayor o menor medida, de la profundidad de su alma y de la seriedad de su carácter, cualidades no menores cuyos componentes de ansiedad y angustia supo arropar con la suave paciencia púrpura del terciopelo, todas las cuales debido a sus componentes de altura y gravedad tuvieron que sortear tanto los escollos con que se ceba la incomprensión como las tremendas dificultades para encontrar la forma propia para dar expresión a su visión del mundo en la dimensión exacta de tan rigurosas exigencias. Su resultado no sólo fue el del logro acabado de un gran artista que como nadie supo heredar y luego verter en sus lienzos lo mejor de la Escuela Mexicana de Pintura, también el del sabio preceptor que con su obra y ejemplo guío a una comunidad cultural hacia el objetivo de alcanzar el rango mayor de profesionalismo y exactitud en las tareas realizadas, siendo  a la vez un protector decidido y constante de cada uno de sus miembros.
Al igual que la difusión de la obra de Ricardo Castro, Silvestre y Fermín Revueltas, del compositor y maestro de violín Francisco de la Rosa o de Don Héctor Palencia Alonso, la tarea de hacer llegar a todos los durangueños la obra del Maestro Guillermo Bravo Morán es responsabilidad de los artistas, de los intelectuales y universitarios, cuya misión social más alta no es la de perseguir hipnóticas demandas pecuniarias, menos aún la esperar los jugosos aguinaldos o el turno burocrático de premios o de becas, sino la de guiar la sensibilidad y el pensamiento del pueblo bueno, de velar y hacer votos por la conservación de sus tradiciones -lejos de la broma burlesca de bobos en que se parapeta la incultura en espetos de café o de humo, donde encubiertamente se proscribe lo mejor del pensamiento, la música y la pintura regional.
Porque el rescate de nuestra cultura regional recae no en los políticos, como nos consta,  sino enteramente en la comunidad estética de Durango que, haciendo caso omiso de los eructos anodinos de batracios, ha de reivindicar esos valores ciertos, que son el orgullo escondido de su tierra nativa. Vetas de oro, es verdad, enterradas como venas vivas en la profundidad de la caverna, que toca a los miembros activos del cuerpo artístico, de quehacer bello y del quehacer racional, preocupado por nuestra comunidad, sacar a la luz del día para compartirlo, como se comparte la sal y el pan en la mesa después de la faena cotidiana, para así habitar realmente el mundo y morar en él cual lo hace una familia real. Solo así, la silla del Maestro Bravo, hoy cubierta por la arenisca lamosa del olvido, volverá a ocupar su privilegiado sitio entre nosotros, haciendo de su ausencia una presencia legible rodeada por un aire salubre y transparente. 













II
Cabe destacar aquí que la colección más importante del extinto Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, ubicado en Negrete # 903, vigente del 31 de octubre de 1996 a febrero del 2014, es resguardada hoy en día, sin exhibirse, en el Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (MAMGC, ICED).[1] Se trata de 11 dibujos del mismo Ángel Zárraga, donados al pueblo de Durango por el Director General de Minas de Basis, Don Jaime Gutiérrez Núñez, siendo los únicos trabajos del genial artista oriundo del barrio de Analco conservados en la entidad con un carácter público.
Las obras versan sobre el “Vía Crucis” de Jesús, nuestro Señor Redentor, también conocidos como “Las Estaciones”, tratándose de obras preparatorias para los murales que el genial pintor religioso de Durango, Ángel Zárraga, compuso para la realización de los tableros para la Capilla del Sanatorio de Guébriant en 1934, para la Capilla de Estudiantes de la Universidad de París, en 1935 y para la capilla de Saint Martín en Meudon, Francia, en 1936, lugar éste último en cuya cercanía vivó con su segunda esposa y su hija Clara, en una casa de campo, entre árboles frutales y rosas que él mismo cultivaba.
El más grande pintor Durangueño del siglo XX y universal pilar trasatlántico de la Escuela Mexicana de Pintura. Nació en la Ciudad de Durango, en el barrio de Análco,  el 6 de agosto de 1886 y murió en la Ciudad de México en 1946 a los sesenta años de su edad. Pionero ultramarino de ese singular renacimiento inscrito en nuestra cultura nacional, sacudida por las tremendas olas icónicas monumentales del Movimiento Muralista Mexicano -arte de tesis o programático y a la vez perfectamente público o de vocación eminentemente educativa. Ángel Zárraga es el pintor mexicano más importante en la primera mitad del siglo XX en Europa. La vieja política oficial y su corte burocrática nacionalista embozada en un socialismo tenebroso y perfectamente reaccionario han querido ocultar y hasta desviar la modernidad filosófica de su obra, debido a su carácter espiritual y religioso.
Regionalmente hace dieciséis años se desatendió la brillante oportunidad de adquirir la colección del artista en manos de los herederos del Conde René Phillipon, cuando se fundó el museo pensado para albergarla. Parálisis, pues, cuyo engarrotamiento pasajero no ha de impedir a los humanistas y científicos sociales durangueños sopesar el lugar que le corresponde como pintor en la zaga de la cultura nacional.
          Porque si una tarea dejó pendiente la Revolución Mexicana fue precisamente una obra histórica: la de revalorizar la cultura –y es el miedo irracional a la cultura lo que impide revalorizarla.
Empero, puede argüirse el desagravio que la cultura entraña el sentido de la historia humana, no por sí misma, sino por lo que sucede entre una obra y nosotros: por lo que significa y al hacerlo también nos significa a nosotros mismos, haciéndonos así partícipes de una patria ideal o espiritual.



[1] El Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros se fundó el 3 de agosto de 1998, con una numerosa donación de obra menor, aproximadamente 229 obras valuadas por el autor en 2 millones de dólares,  aportada por el mismo artista. Su primera sede fue el casco de la Hacienda de Ferrería de las Flores, a cargo de la directora Mayela del Carmen Torres Meléndez, y su histórica pareja, el escritor autodidacta y hoy en día cronista de la ciudad Javier Guerrero Romero, durando la instalación toda la época sexenal, en la que se introdujo la modalidad de rentar el inmueble para fiestas, eventos y reuniones. El 13 de agosto de 2004 el Museo Ceniceros se cambió de local, teniendo sus nuevas instalaciones en una vieja casona de Independencia # 135 Norte, entre Aquiles Serdán y Coronado, en donde permaneció por diez años. En el año de 2014 la colección se trasladó a lo que había sido el Velatorio de Pensiones “El Sabino”, en la calle de Aquiles Serdán # 1225, siendo inaugurado por el entonces gobernador Jorge Herrera Caldera como Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (Centro Cultural de las Artes Plásticas) el 4 de octubre de ese mismo año. Por su parte, a manera de referenia histórica puede agregarse que la sede del MACAZ fue convertida, el 29 de marzo del 2018, el último día de funciones del Presidente Municipal y aspírante a Senador de la Republica, Dr. José Ramón Enriquez, en el Museo del Mezcal Duranguense, enfilado al turismo, con el objetivo de la "venta de la bebida de los dioses", sumándse está acción a otras muchas en beneficio de los capitalinos, como la remodelación de la Alberca Olímpica "José Revueltas", la remodelación de la Concha Acústica y la inauguración del Bioparque Recreativo Sahuatoba.  




















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