martes, 27 de febrero de 2018

La Dama y el Unicornio: los Cinco Sentidos (Segunda Parte) Por Alberto Espinosa Orozco

La Dama y el Unicornio: los Cinco Sentidos 
(Segunda Parte)
Por Alberto Espinosa Orozco


II.- Los Cinco Sentidos
   Existen dos famosas series de tapices “mil flores” que tienen como tema al unicornio: la serie “La Dama del Unicornio” resguardada en una galería especial en el Muse de Moyen Age Thermes de Cluny, en París, y; “La Caza del Unicornio”, que está depositada en los Cloisters del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. A ellos hay que sumar el tapiz de "El Unicornio Capturado”, que se encuentra en la fundación Paul Guety de California, EU.






La serie de Cloisters del Metropolitan Museum of Art de Nueva York “La Caza del Unicornio”, está compuesta por: The start of the hunt; The Unicorn at the Fountain; The Unicorn Leaps the Stream; The Unicorn defends Itself; The Unicorn in the Garden; The Deist of the Unicorn; The Captive Unicorn. 
   


Fundación Puety de California.: "El Unicornio Capturado

   El Tapiz “La Fuente de la Gracia” expropiado al SS Nazi Gerard Mertins en 1989 por el Gobierno del Estado de Durango, pertenece a la primera serie “La Dama y el Unicornio”, siendo el séptimo tapiz de la colección y el más grande de todos ellos. La pieza reina de todas las colecciones sería sin duda el tapiz “La Fuente de la Gracia”, porque todos los otros gobelinos sólo alcanzan la tercera parte de su tamaño -perteneciente a la Pinacoteca Virreinal del Estado de Durango, por un tiempo salvaguardado por el custodio y pintor Felipe Piña y la investigadora Xochitl Sánchez en lo que fuera la Pinacoteca Virreinal del Conjunto Cultural (ICED), y hoy en día en trance de restauración en Valencia, España por la Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación IVC+R, ICOMOS, obra a cargo de su directora la Maestra Carmen Pérez García.






   De los cuatro primeros tapices de la colección del Cluny, “La Vista” es el tapiz más chico (10.23 m2; 3.30 de ancho x 3.10 de alto). Con él el artista quiso expresar que el ojo, patentado proveedor de la conciencia, es un arma de dos filos, pues sólo revela una cosa ocultando otra; también es una especie de espejo en que los objetos exteriores se reflejan, representado el zorro y el lince la agudeza visual y el unicornio la agudeza de la visión interior. Porque lámpara del cuerpo es el ojo y si está sano todo el cuerpo brillará luminoso, pero si está enfermo, malo por ver sólo la luz que es oscuridad, todo el cuerpo estará a oscuras (Mateo 6:22). En el tapiz la Dama le presenta un espejo al unicornio, para que a reflejarse comprenda su verdadera identidad, su "ipseidad" o sentido del "sí mismo" que afecta a la esencia y la determina por el devenir.propio a la existencia o su historicidad.





   Por su parte en “El Oído” (de 2.94 de alto x 3.69 de alto), la Dama toca un órgano de fuelle y su Doncella la auxilia con el instrumento, representa en la música la capacidad del espíritu para animar a los seres más insensibles, asociándose simbólicamente a las liebres, por su capacidad para la escucha, emblemas zoológicos acosados por la zorra y el hurón.


  En el gobelino “El Gusto” (el de mayores dimensiones de la colección de París: 4.62 de ancho x 3.75 de alto), la Dama con la mano derecha toma un fruto de un cáliz sostenido por su Doncella mientras que en la izquierda se posa un pájaro, es una imagen del refinamiento de las costumbres, pues siendo un sentido de proximidad el gusto es también un emblema de la continencia apetitiva, que no devora vorazmente los alimentos, sino que primero los pondera para gustarlos y luego degustarlos. Las bellotas que comen las ardillas son evocaciones para que no falte nunca el alimento fresco. 




     En el tapiz “El Olfato” (3.20 de ancho x 3.68 de alto) la Dama teje una corona de flores y juega con unos claveles, mientras el mono y el perro huelen flores junto a un cesto, representando la sutileza del alma, cuyo nous o espíritu es también de naturaleza neumática.





   En el quinto tapiz de la colección del Cluny, conocido universalmente como “El Tacto”, la Dama sostiene con la mano derecha el estandarte de su casa mientras que con la izquierda toca delicadamente el cuerno del unicornio, el cual le rinde vasallaje desde su posición inferior -mientras un ave vuela liberada por el aire y el león y el perro contemplan sentados la enigmática escena. Este tapiz destaca en el conjunto por el vestido particularmente espléndido de la Dama, pues los ornatos están tejidos directamente en hilo de oro y las incrustaciones son de piedras preciosas, siendo el tocado del cabello el de una magnífica cofia de exótico simbolismo. Se ha hablado del contraste entre los cuerpos pesados y ligeros para justificar la denominación de “el tacto”, reparando en la distinción de los objetos por sus modos táctiles: duros o suaves y blandos, punzantes o tersos. Se trataría entonces de la inversión del proceso alquímico que lleva a cabo la volatilización de lo sólido y de la solidificación de lo volátil, haciendo a las piedras aladas y a las plumas pesadas o sublimando la materia para dar concreción material a las ideas.  Así, la Dama al entrar en contacto con el cuerpo del Unicornio, en realidad lo que va a explorar es la naturaleza esencial, incomparable, del logos (y más propiamente hablando del nous).





   El sexto tapiz de la serie del Cluny es conocido como “A Mon Seul Decir” (“A Mi Único Deseo”), aunque ha sido llamado también “La Dama del Unicornio” por encontrarse en él las claves alegóricas de un romance real y de un misterioso compromiso matrimonial. La Dama deposita en un cofre que le tiende su Ama de Compañía un lujoso collar engastado con piedras preciosas con el que aparece en los cinco tapices anteriores, dando a entender con ello la renunciación al materialismo de los bienes temporales y por tanto la victoria del espiritualidad, destinando las preciosas joyas al beneficio de  los pobres como remedio a sus carencias. Así, se trata de la escena de la transmutación de la Dama en el sentido de la conversión cristiana, que en su contacto con el Unicornio y por un proceso de mágica simpática despierta, comprendiendo la inutilidad melancólica de las joyas y desprendiéndose de ellas para inclinarse mejor por la cultura del símbolo. Porque el aprecio femenino por las joyas equivale a un desmayo montado en los endebles valores de la envidia y la codicia, al ser apreciadas meramente por su rareza y costo, no teniendo ningún significado escondido o que vaya más allá. Su estimación, derivada del apetito del lujo y la distinción, va irremediablemente asociada a un simbolismo diletante de coqueterías personales que no comprometen la vida interior de la persona, ni la penetra, ni la embellece, ligándose así a la excentricidades de una monarquía sin realeza o ayuna de majestad, siendo las piedras cristalinas emblemas de los equívocos chispazos en la historia de individualidades contingentes. Así, su preferencia y atesoramiento no corresponde a la actividad “fantástica colectiva” en que se decanta la experiencia social real, no participando por lo tanto de la vida arquetípica de una cultura.   
   En esta urdimbre la Dama aparece tocada con un peinado contenido por unas ensortijadas diademas y ataviada con un fastuoso vestido bordado en terciopelo escarlata y saliendo de una majestuosa tienda de campaña que ostenta la críptica inscripción “A Mon Seul Desir”.



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