viernes, 29 de septiembre de 2017

Francisco Vázquez de Coronado: los Castillos de Cinabrio Por Alberto Espinosa Orozco

Las Siete Ciudades de Cíbola: Quivira 
Francisco Vázquez de Coronado: los Castillos de Cinabrio 
Por Alberto Espinosa Orozco


“Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando,
aquí sobre la tierra.”
Netzahualcóyotl



I.- La Expedición de Pánfilo de Narváez
La historia depararía un triste capítulo para el conquistador Pánfilo de Narváez, un negro recuerdo y un destino oscuro. Diego Velásquez, en gobernador de Cuba, envió a Pánfilo de Narváez con once naos y siete bergantines con novecientos españoles y ochenta caballos al Nuevo Mundo para prender a Hernán Cortés y lo destruyese. Llegando a las costas de San Juan de Ulúa en mayo de 1520. Nevares pensó que Cortés acataría sus órdenes pues decía: “téngolo por hijo, respetarme ha como a padre, y cuando no hiciere el deber, no serían tan necios los pocos que allá estén que querrán tomarse con los muchos que vamos”. Para entonces el fabuloso hidalgo de Extremadura ya había penetrado en la capital del imperio mexica, y en las entrañas mismas de México-Tenochtitlan había hecho prisionero al monarca Moctecuhzoma. Narváez y sus fuerzas desembarcaron en un sitio cercano al campamento de la Villa Rica en la que se encontraba Gonzalo de Sandoval al mando de setenta soldados, fundando un pueblo que después se llamó San Salvador
Pánfilo de Narváez, aliándose con los indios totonacas de Cempollan y su señor Chicomecóatl se fortificó en aquella ciudad. Hernán Cortés, dejando una buena guarnición de cien hombres en México al mando de Pedro de Alvarado, salió con ochenta o cien de los suyos reuniéndose en Cholula los contingentes de Velásquez de León y Rodrigo Rangel, avanzando con ellos hacia Cempoallan donde se reunieron con las fuerzas de Sandoval, siendo ya doscientos sesenta y seis y cinco caballos sin sumar a los guerreros indígenas, los cuales eran superados cuatro a uno por los de Narváez. Cuando penetraron a Cempoallan los de Cortés  encontrando a su llegada al enemigo tan desorganizado que pronto se apoderaron de sus cañones, desactivando también a la caballería de Narváez cuyos jinetes cayeron al suelo pues simpatizantes del extremeño habían cortado los cinchos. Las huestes Sandoval lograron llegar hasta los aposentos de Narváez haciendo frente a cien fieros enemigos y prendiendo fuego a los techos de paja y siendo reforzado por la retaguardia prendieron a Pánfilo de Narváez herido en el ojo por una lanza, rindiendo al resto sus fuerzas.
La llegada de Narváez a Cempoallan dejó una secuela trágica e inesperada. Entre sus hombres iba un negro con viruelas que contagia a los totonacas de Cempoallan los cuales, careciendo de anticuerpos para resistirla por su inexistencia en el continente americano, pronto la extendieron en todas direcciones, causando una terrible mortandad. Dice Bernal Díaz del Castillo refiriéndose a la infausta compañía de conquistador que: “harto fue para la Nueva España, por manera que la negra ventura de Narváez y más prieta la muerte de tanta gente sin ser cristianos”.
Lo cierto es que la epidemia de viruela llevada por los españoles y trasmitida sin darse cuenta, llamada por los indios tos, fiebre ardiente o “gran lepra”, acabó a la postre con la cuarta parte de la gente de indios que había en toda esa tierra, lo cual mucho les ayudó a los españoles para hacer la guerra y fue causa de que más pronto acabase.
Pánfilo de Narváez permanecería preso en la Villa Rica hasta que en febrero de 1522 fue puesto en libertad presentándose en España para reclamar sus derechos al Emperador Carlos V, quien lo compensó nombrándolo adelantado de Florida. Llegó en febrero de 1528 a la bahía de Tampa con cinco navíos y cuatrocientos hombres. Luego de luchar en el interior con los nativos vestidos con pieles de venado tuvieron que regresar a la costa y sus navíos habían desaparecido. Tuvieron que construir cinco naves, zarpando 245 hombres en ellas hacia México, pero la embarcaciones fueron destruyéndose en el camino y hacia noviembre Narváez desapareció cuando la suya fue repentinamente llevada por el viento hacia alta mar y no se volvió saber nunca más de él.
De la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez que partió del puerto de San Lucas de Barramedia  el 17 de junio de 1527 y encallada en las costas de la Florida en 1528 quedaron para contarlo sólo cuatro sobrevivientes de los 300 hombres que se adelantaron en la expedición. Ocho años habían transcurrido en su viaje a pie por el sureste de Estados Unidos y en noroeste de México en los que convivieron con distintas tribus de indios y en cuya aventura no faltó ni el secuestro, ni el comercio, ni la realización de curaciones milagrosas, hasta llegar en 1536 al río Petatlán, hoy río Sinaloa, donde encontraron a exploradores que los llevaron al asentamiento español de Culiacán. Llegaron por fin a la capital de la Nueva España los náufragos  Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y su esclavo Estebanico (siendo el primer africano en pisar territorio de EU, pues era un “negro árabe” bereber, y moro, mercenario natural de Azamor, en la costa atlántica de Marruecos). Regresaron de su prodigiosa caminata, medio muertos, harapientos y miserables, con una gran noticia: en su peregrinar se habían enterado por medio de los naturales de que al norte existía un país muy rico, el cual no podía ser otro que el mítico reino de Cíbola.



  

II.- La Expedición de Vázquez de Coronado
Don Antonio de Mendoza y Pacheco, primer Virrey y Capitán General de la Nueva España (1535-1550),  fascinado con el relato de Cabeza de Baca encarga entonces el asunto a Francisco Vázquez de Coronado, buen amigo y hombre con fama de cabal por haber sofocado una rebelión en Culiacán y haber dado esplendor a la ciudad de Guadalajara. Coronado decidió enviar antes una avanzadilla que le informase de las características del terreno, las posibilidades de aprovisionamiento y la veracidad de los rumores de la riqueza de aquel ignoto territorio. El responsable de aquella misión sería el monje franciscano Fray Marcos de Niza, reputado de docto en teología, sino en cosmografía y en el arte de la mar, y hombre famoso no sólo por inventar la leyenda de las siete doradas ciudades de Cíbola, sino también por ser uno de los más grandes mentirosos de la Historia.
En el año de 1539, Fray Marcos parte de San Miguel de Culiacán en una primera expedición acompañado de otro fraile, un nutrido grupo de indios y, por disposición del Virrey, del intrépido Estebanico, el esclavo de Dorantes, como supuesto guía. El fraile Marcos de Niza regresó a la ciudad de México narrando que había continuado la exploración después de la muerte de Estebanico y con reporte de que los nativos de las lejanas tierras usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas y usaban perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas más. y que a lo lejos había avistado una ciudad más grande que la gran Tenochtitlan
Hechizado por aquellas noticias, el Virrey Don Antonio de Mendoza organizó de inmediato una segunda expedición militar de gran magnitud para tomar posesión de las riquísimas tierras que el fraile le había descrito con alucinada profusión de detalles. Al mando de la misma quedó un amigo del Virrey, el hidalgo Francisco Vázquez de Coronado (Salamanca, 1510- Ciudad de México, 1554), quien lleva como guía al fraile Marcos de Niza. La expedición al mando de Francisco Vázquez de Coronado estaba formada por 340 españoles, cientos de indios nativos aliados además de ganado vacuno.-haciéndose acompañar por navíos que les seguían por mar para abastecerlos al mando de Fernando de Alarcón y de otra expedición más pequeña por tierra organizada por García López de Cárdenas.. Francisco Vázquez de Coronado, quien a la sazón era desde 1538 gobernador de la Audiencia de la Nueva Galicia en sustitución del primer gobernador de la provincia Nuño de Guzmán, para el año de 1539 llega por vía marítima a lo que hoy es el estado de Nayarit, desembarcado en un litoral del Pacífico llamado Compostela.
Hay que recordar que el conquistador Nuño de Guzmán, el primer gobernador de Nueva Galicia,  penetró los territorios bajo su jurisdicción en 1530, siendo con el tiempo calificado por Fray Bartolomé de las Casas de "gran tirano" por su extrema crueldad. Nuño de Guzmán impuso el nombre de "Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España" a los territorios por él explorados y conquistados. Sin embargo la Reina de España Juana I de Castilla (madre del emperador Carlos V de Alemania y Carlos I de España), no estuvo conforme con el nombre que le había otorgado Nuño de Guzmán, por lo que por Real Cédula dada en Ocaña España el 25 de enero de 1531 ordenó que se nombrara al territorio conquistado como Reino de la Nueva Galicia (que comprendía los hoy estados de Nayarit, Jalisco, Colima, Aguascalientes y parte de Sinaloa, Zacatecas y San Luís Potosí).y se fundase una ciudad con el nombre de "Santiago de Galicia de Compostela" como capital. Una vez que recibió Nuño de Guzmán la Real Cédula procedió a renombrar la "Villa del Espíritu Santo de la Mayor España" con el nombre de "Santiago de Galicia de Compostela", población que actualmente es la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit. Así la Villa de Santiago de Nueva Galicia adoptó el nombre de Compostela de Indias en el año de1539, en memoria de la ciudad gallega de Santiago de Compostela -que proviene del latín Campus Stellaen que en castellano significa Campo de Estrellas. El valle de Cactlán, donde se encontraba la ciudad de Compostela de Indias, estaba habitado antes de la llegada de los españoles, por indios cacnos y tepehuanos, y debían el nombre autóctono de Cactlān a la lengua náhuatl, pues Cactli significa “zapato” y el sufijo de tlān, “cerca de”, es decir, "lugar de zapatos".
A principios de 1540 Vázquez de Coronado parte de Compostela en busca de las siete ciudades de Cíbola y Quivira, prestó oídos junto con el Virrey Mendoza a una vieja leyenda europea, mitad cuento de caballería, mitad cuento recompuesto y edulcorado por las visiones fantásticas de Fray Marcos de Niza. Esa expedición trajo como resultado el descubrimiento para España de las tierras del oeste de Estados Unidos y la constatación de la existencia de una serie de pueblos en aquella región desértica sumidos en la miseria.
En efecto, para el día 22 de abril de 1540 Vázquez Coronado llega a Culiacán al mando del grueso de la expedición, en tanto que un grupo más pequeño que iría a la zaga más lentamente quedó a las órdenes de Tristán de Luna y Arellano, pues en cada villa española se reorganizaba la expedición terrestre a la vez que partía otra expedición por mar al mando de Fernando de Alarcón para abastecer a la expedición de tierra.  La fuerza más pequeña, al mando de Tristán de Luna, continuó aún más al norte y tomó los pueblos de los Zuñi en julio de 1540, lugar que les habían dicho era el emplazamiento de las siete ciudades doradas de Cíbola.
Sería el mismo Fernando de Alarcón el primer europeo en tocar y navegar las aguas del Río Colorado, aunque su descubrimiento se debe a Francisco de Ulloa, quien el 28 de septiembre de 1539 tomó posesión de la desembocadura del río y lo nombra “Ancón de San Andrés”, en beneficio de la corona española, aunque sin navegar aguas arriba como lo hizo Fernando de Alarcón.

III.- La Cabalgata de Francisco Vázquez Coronado
Por su parte Francisco Vázquez de Coronado atravesó Sonora y entró en los territorios de la actual Arizona. Después de 75 días de camino empezó a sospechar la falsía de  las historias de Marcos de Niza, al no encontrar por ninguna parte las riquezas de las que el fraile había hablado, pues resultó una mentira la aseveración del fantasioso fraile que desde aquellas tierras se podía ver el mar, ya que como le dijeron los nativos a Coronado el mar se encontraba a muchos días de camino. Así, se instala con sus hombres a orillas del Río Bravo o Río Grande en un poblado de nombre Tiguex. Entonces el grupo de exploradores se dividió en dos grupos. Una de ellas queda al mando de Pedro de Tovar, quien regresa con la noticia de haber encontrado siete ciudades populosas que acaso sean las de la legendaria fábula. El segundo grupo se adentró en tierra para descubrir el Gran Cañón y la boca del río Colorado, legando hasta el Golfo de California.
En el emplazamiento de Tiguex, cerca de la actual ciudad de Santa Fe, se reunieron los dos grupos y pasan los inviernos de 1540 y 1541. Insistiendo en encontrar la dorada ciudad de Quiviria, Vázquez de Coronado se deja engañar por un indio, al que llamaban “el Turco” y emprende con 30 de los suyos en 1541 una última exploración dejando al grueso de sus hombres en el Cañón de Palo Duro, hoy Texas. Buscando el rico país de Quiviria se remontó a caballo atravesando la pradera, hasta caer en cuenta del engaño y hacer ejecutar a “el Turco”. Sin embargo, era tan fuerte la idea fabulosa de las ciudades de Cíbola que aún a pesar del desánimo, la expedición de Coronado continuará su viaje, adentrándose cada vez más en el corazón de lo que algún día serían los Estados Unidos.
Así siguió adelante, recorriendo las llanuras del Mississippi y las montañas Rokayosas, atravesando los actuales estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma y Kansas. Finalmente dio con un pueblo cerca de la actual Linsburg, en el estado de Kansas, donde encuentra a los indios de Wichita habitando en un poblado de cabañas con techos de paja, a los que no sin ironía llamó indios Quiviria.
En la primavera del año de 1542 regresa Vásquez de Coronado a la Ciudad de México por la misma ruta con sólo cien de sus hombres. El Virrey de la Nueva España Antonio de Mendoza lo recibe con frialdad dado lo paupérrimo de los resultados, abriéndole incluso un proceso en contra por el abandono de la empresa. Cuando los sucedidos se aclararon regresó Francisco Vázquez de Coronado como Gobernador de la Nueva Galicia, puesto que desempeño hasta el año de 1544, cuando se retiró a la Ciudad de México donde murió en 1554.






IV.- Los Castillos de Cinabrio
La expedición de Francisco Vázquez de Coronado constituyó el primer grupo europeo que contempló el Gran Cañón del Colorado. Fue entonces cuando García López de Cárdenas quien, en 1540 al mando de un puñado de hombres partió desde la población indígena que los españoles habían llamado Quivira, pueblo habitado por los indios Zuñi cuya ubicación se desconoce hoy día.
En Quivira se encontraba parte de la expedición comandada por Vázquez de Coronado con treinta hombres y se comisionó a García López de Cárdenas junto con un puñado de voluntarios para encontrar un río del cual los indios Hopi les habían hablado, para lo cual se le concedieron 80 días para que fuera y regresara. Después de 20 días de viaje exploratorio encontraron el Gran Cañón del Colorado. A la distancia García López y sus hombres pensaron que aquel monumental cañón no era otra cosa  que los magníficos Castillos de Cinabrio que coronaban a una de las míticas ciudades de Cíbola.  Cuando llegaron a su límite se encontraron con que  no podían bajar hasta el río para abastecerse de agua y después de varios intentos para descender empezaron a tener problemas de agua para beber, por lo cual decidieron regresar. Para cuando llegó García López al Gran Cañón formado por el río Colorado ya Fernando de Alarcón lo había navegado 80 leguas río arriba y bautizado con el nombre de “Río de Nuestra Señora del Buen Guía” en agosto de 1540. García López no pudo encontrar una senda o atajo para bajar desde lo alto del Gran Cañón hasta el río Colorado, no obstante se considera que fue el primer europeo en visitarlo.
Al comprender que se trataba de una construcción natural los exploradores tomaron aquello como una señal de buen augurio y siguieron buscando las ciudades maravillosas, traspasando entonces el río Arkansas, convirtiéndose en los primeros europeos en ver las inmensas manadas de bisontes y sin encontrar otra cosa que una aldehuela mísera –por lo que la palabra “Cíbola” se asoció irónicamente a la voz “cíbolo”, nombre español hoy desusado que se daba al bisonte, ya que el territorio del mítico reino en donde se suponía la existencia de las siete ciudades se extendía hasta las praderas en donde existían millones de estos animales (arrasados por los colonizadores norteamericanos hasta su extinción para mediados del siglo XIX).
En 1542 regresa la expedición a la Nueva España con una salada sensación de frustración y de amargo fracaso. Fray Marcos de Niza moriría en 1558, debilitado por las penurias pasadas durante la expedición, vencido por la tristeza y sumido en un absoluto descrédito. Con respecto a La Gran Quivira (antes Pueblo de Las Humanas) quedó sólo en el nombre y en las actuales ruinas de un asentamiento indígena en Nuevo México.




  



V.- La Expedición de Francisco de Ulloa
Por lo que toca a Francisco de Ulloa hay que decir que fue el primer europeo que exploró todo el golfo de California y descubrió la desembocadura del río Colorado, recorriendo ambos litorales del golfo en 1539. En efecto, fue Hernán Cortés, quien ya había patrocinado tres viajes de exploración de la “Mar del Sur” (como se conocía  en ese tiempo al océano Pacífico) y los cuales habían terminado en fracasos, el que decidió enviar un cuarto viaje de exploración al mando de Francisco de Ulloa. Partió la expedición del puerto de Acapulco el día 8 de Julio del año 1539 a bordo de los buques Santo Tomás, Santa Águeda y Trinidad, pero a la altura de las Islas Marías se vieron obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje de exploración en los dos buques restantes. Ingresaron al golfo de California, en el viaje de ida o aguas arriba, llegaron al extremo norte del golfo el 28 de septiembre, sitio que se conoce en la actualidad como desembocadura del río Colorado, ellos llamaron a la boca del río "Ancón de San Andrés”.
Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo Norte del Mar Bermejo, nombre que le dieron al golfo de California  por la coloración rojiza de las aguas que se teñían con las aguas procedentes del río Colorado, iniciaron el viaje de regreso y pasaron por el poblado de la Santa Cruz, conocida actualmente como La Paz (Baja California Sur), doblaron el cabo San Lucas e ingresaron en el océano Pacífico, por la actual bahía Magdalena pasó el día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Francisco de Ulloa a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos. Con fecha de 5 de Abril de 1540 dirigió a Cortés desde la Isla de Cedros una relación de los sucesos de la exploración en uno de los dos barcos, en el otro continuó con la exploración, pero nunca más se supo de la suerte de Francisco de Ulloa y de sus compañeros de navegación.


VI.-Nuevo Mundo, Utopía  y Durangueñeidad
En su libro Rendición de Espíritu (Cuadernos Americanos, 1943) el pensador Juan Larrea, al  dar una interpretación apocalíptica y grandiosa de la guerra civil española de 1936-39 señaló además algunas cábalas realmente sorprendentes respecto de la expedición de Vásquez de Coronado, las cuales, por ser el germen de toda una edad por venir y de toda una filosofía de la historia, vale la pena recordar ahora.
Coronado salió de un pequeño puerto del litoral Pacífico llamado Compostela, justamente cuando se celebraba el cuarto centenario de la ciudad española de Compostela –pero al revés del Orbe. Santiago de Compostela es la ciudad donde se sitúa la “Finisterre” Occidental, la cual encontraría su punto final cuatrocientos años después con la Guerra Civil Española, el cual derivó en el exilio republicano a México en 1939. Por su parte la expedición de Coronado abría en 1539 un capítulo en la historia bajo la especie de un principio nuevo de la tierra y cultura hispánica, el del Nuevo Mundo que inauguraba la exploración de la cuarta parte de la tierra, cuya historia comenzaba por entonces a escribirse y que se continuaría cuatro siglos después con reforzados argumentos por obra ya no de los temerarios conquistadores, sino de la inteligencia española llegada a tierras mexicanas por las dramáticas razones del exilio de la Guerra Civil en 1939, y que renovaron y reforzaron, a la zaga de la magna obra vasconcelista, el ideal del “totecayotl”, de la cultura de las flores y de los himnos que desde hace siglos se ampara en México bajo la divina advocación de Quetzalcóatl.
El significado de aquellas abigarradas cábalas es para Larrea prístino. El hermeneuta español ve en ello, ni más ni menos, que el fin de todo un ciclo histórico marcado por la guerra y el uso de la fuerza, abriéndose así el principio de otro tiempo, signado por Santiago de Compostela y la implementación de la cultura. Así, la edad pasada habría sido la Edad de Hércules o de la Fuerza y de Babel o de la Confusión de las Lenguas –de Roma, pues, cuya etimología significa fuerza, marcada por un doloroso subjetivismo de cuño tanto individualista como colectivista. La nueva era abierta en 1939 no sería así sino la del árbol plantado cuatrocientos años antes precisamente por la semilla civilizadora de Vázquez de Coronado, teniendo como divisa Compostela precisamente,  que significa “campo de estrellas”, ciudad donde la Virgen  se le apareció a Santiago sobre un pilar a las orillas del Ebro. Se trataría de una época, la nuestra, que es el reverso de la era anterior: Roma al revés o del Amor, el potente reverso de la fuerza. Es la edad de la Nueva Jerusalén o de la visión de la paz, la edad también del curto evangelio o de San Juan o del Tetragrámaton. Edad del plus ultra de la fuerza y también edad de la América Española, que tiene por divisa a la Virgen María de pie sobre los cuernos de la luna, y como emblemas a la Lira, ideograma de la Poesía y al Verbo, que es la constelación hacia la cual se dirige el universo. Así, de la tesis del individualismo y su antítesis en el colectivismo, dominados ambos por el subjetivismo pragmático de creencias y actitudes, se llegaría a una síntesis de objetivismo universalista, coincidente con el reino de Dios para  aquellos que han sabido guardar su palabra.
Así, Larrea vislumbró en el territorio mexicano, que no ha acabado de nacer por lo tortuoso de su gestación, al futuro pueblo prometido de la síntesis universal. En efecto, a la tesis del espiritualismo del cercano oriente se impuso el materialismo de Europa, teniendo que encontrar su síntesis y equilibrio final en la realidad unitaria de espíritu y materia aportado por América, exponente de la universalidad y de la sociedad universal.
Arcanos del español que vivamente recuerdan los vaticinios de José Vasconcelos, los cuales se enmarcan también en una filosofía de la historia cuya visión megaperiódica destaca tanto la vocación utópica y estética de América como su carácter pacifista y universalista. Ambos autores, pero no sólo ellos, se hermanan al coincidir en señalar que tal universalismo no puede provenir sino de una filosofía de la persona, de carácter armónico o estético universal, cuyas profundas raíces antropológicas, nadie lo ignora, son las mismas de la tradición judeo-cristiana. Tal es también la tesis atisbada en el punto de partida del nuestro maestro regional Don Héctor Palencia Alonso en su doctrina de la Durangueñeidad, la cual supo elevar en justas dimensiones prácticas los ideales de la raza cósmica atisbados por Vasconcelos -cuya eficacia ha sido difícilmente apreciada por nuestro romo provincialismo.
Por lo contrario, para cobrar conciencia de nosotros mismos se requiere una profundización tanto de la realidad íntima de la persona cuanto de los efectos de realidad histórica nacional en cada uno de nosotros. El sentido de la filosofía de la historia mexicana no puede sino instrumentarse a partir de un programa de estudios de la realidad patria,  para aclarar y potenciar la situacionalidad de esa realidad misma. La inquietud por la historia de las ideas de México y por la esencia de lo mexicano, de nuestra realidad como cultura, se aúna así a la idea de la salvación de una comunidad de fe trascendente por medio de la cultura misma, que si bien se mira  es la obra medular de la reflexión artística propiamente nacional. La doctrina de la Durangueñeidad aparece así como un árbol que sabe de su sabia y que siente que sube desde sus raíces hasta irrigar sus ramas, que son los poderosos brazos de las obras regionales modélicas henchidas de dulces frutos. Porque el crecimiento del árbol de la historia mexicana se ha ido irrigando con la sabia moderna del estudio de nuestra realidad local y regional vista a la luz de la cultura universal. Árbol de la cultura cuyo poderoso brazo durangueño ha dado en sazón algunos de sus más opimos y redondos frutos. Árbol ideal de exuberante verdura cuyos verdaderos frutos aroman el ambiente de dulzura al estar hermanados por un mismo corazón, siendo su raíz una misma voluntad de concordancia –invitando con ello a arrimarnos bajo su fresca sombra para con ella y el constante sol que con sus rayos nos deja cobijarnos.






Las Siete Ciudades de Cíbola: Fray Marcos de Niza Por Alberto Espinosa Orozco

Las Siete Ciudades de Cíbola: Fray Marcos de Niza
Por Alberto Espinosa Orozco



I
   La colonización española del Norte de México estuvo signada por la visión de los amplios horizontes en los que frecuentemente destellaba la luz incierta de la leyenda y el mito. El descubrimiento del Nuevo Mundo pronto despertó los sueños incubados por el Renacimiento europeo, alimentando los ignotos territorios americanos la viva imaginación de los colonizadores. Sus mentes regadas con el agua viva de las aventuras fantásticas relatadas en las “Historias de Caballería” (Amadis de Gaula, las Segas de Espalandián o la verídica Historia del Emperador Carlos V) pronto acuñaron una serie de mitos que despertaban sus expectativas quiméricas de gloria y tesoros fantásticos: el Dorado, el rey fabuloso que se bañaba en polvo de oro; la Ciudad de los Césares, situada en los confines de la Patagonia; la Fuente de la Eterna Juventud, buscada afanosamente por Ponce de León; la Gran Quivira situada en las ilimitadas praderas de Norte América –también las Siete Ciudades de Cíbola, supuestamente localizadas al norte del territorio mexicano.
   Se debe a Nuño de Guzmán, primer presidente de la Audiencia de México, la difusión de la leyenda. Después de encauzar a Cortés y movido por la avidez de gloria acometió las primeras exploraciones del noreste mexicano, pronto convertidas en cruentas razias sembradas de depredación, crimen y robo. Apresado y deportado a España el auditor Nuño de Guzmán tuvo tiempo de esparcir antes la noticia de la existencia de una comarca en que se hallaban siete ciudades de imponderable riqueza. Tal relato tuvo como base la supuesta huida de siete obispos portugueses de la península ibérica tras la invasión árabe, quienes habrían fundado en las remotas tierras siete ciudades donde el oro corría como la miel.
   La historia fue reforzada por el increíble Albar Núñez Cabeza de Vaca, quien pertenecía en el cargo de tesorero a la expedición fracasada de Pánfilo de Narváez muerto en las costas texanas luego del naufragio de su flota cuya armada española intentó la consumista de Florida en el año de 1527. Albar Núñez Cabeza de Vaca aparece en la ciudad de México después de haber estado en las tierras desconocidas realizando un viaje insólito al recorrer a pie miles de kilómetros con otros tres hombres, Andrés Dorantes, Alonso del Castillo y el esclavo Esteban, cruzando los ignotos territorios que van desde las costas de Florida hasta lo que es hoy el estado de Sonora y trayendo sorprendentes noticias de ciudades cuajadas de oro, plata y piedras preciosas portadas en sus atuendos por algunos indios vistos en su inusitada caminata.
   El fundamento de tales leyendas en tan antiguo como las más distantes tradiciones semíticas. En efecto, en el Génesis del Antiguo Testamento se habla del “Paraíso” terrenal o “Jardín de Edén”, en medio del cual crecían los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal y donde tuvo comienzo la especie humana. Probablemente situado  en las tierras de Mesopotamia, del río que regaba el Jardín se repartían cuatro brazos; el Tigres y el Éufrates y dos más de geografía incierta: el río Guijón que rodea al país de Cus y el río Pisón que rodea al país de Javilá (Cíbola) “donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio (goma aromática) y el ónice.” (Génesis, 2. 10-12). [1]Los cuatro ríos no son sino las cuatro arterias vitales que definen las cuatro regiones del mundo; la última región del Nuevo Mundo apenas descubierta y por explorar tenía que ser el país de Javilá  o Cíbola.


II
   El entonces virrey Antonio de Mendoza acarició la idea de explorar los territorios del norte en busca de las ciudades míticas, nombrando para ello como jefe de la expedición al salamantino Francisco Vásquez de Coronado, quien por vía matrimonial había llegado al cargo de gobernador de Nueva Galicia, financiando entre ambos la expedición.
   Antes de ellos despacharon una primera partida exploratoria para confirmar las harto ambiguas noticias de las siete ciudades áureas. La comisión para penetrar el norte de la Nueva España fue ofrecida primero a Cabeza de Vaca, Dorantes y Castillo, quienes declinaron, aceptando en cambio el cuatro integrante de la prodigiosa marcha: Estebanico, apodado “el Negro” por ser su origen norteafricano y de tez bruna. El virrey autoriza la expedición el 20 de noviembre de 1538 por conducto del capitán Francisco Vásquez de Coronado, colocando al frente del destacamento de indios baquianos al culto y prestigioso fraile franciscano Marcos de Niza, el cual se revelaría como uno de los más célebres mentirosos de la historia, como nos recuerda el culto abogado Héctor Palencia Alonso.
   La expedición partió el 7 de marzo de 1539 de la Villa de San Miguel de Culiacán, no en plan de conquista, sino a título de “Misiones Puras” y encabezada por un eclesiástico llevando como instrumento el evangelio. En realidad se trataba de una avanzada con el objetivo de “encontrar una cosa grande de las que buscamos”.
   Es así como dio comienzo ex profeso la búsqueda de las míticas ciudades de oro. El fraile italiano Marcos de Niza mandó a Estebanico por delante de unas cuantas jornadas para remitir noticias de lo que fuera hallando mediante un curioso código constituido por el número y tamaño de las cruces que iba dejando en su camino en proporción a la magnitud de lo descubierto: “Que si la cosa fuese razonable, me enviase una cruz grande, de un palmo; si fuese cosa grande, la enviase de dos palmos; y si fuese una cosa mayor y mejor de la Nueva España, me enviase una gran cruz.” (La Relación de Marcos de Niza)
   Cuando Niza encontró un cruz mayor refrendó sus esperanzas de que iba en recta dirección y al topar con indios adornados de joyas que reforzaron lo correcto al rastro al asegurarle que allende de los páramos existían ciudades abundantes en turquesas. Así fue, cuando un día apareció una cruz blanca de tamaño descomunal, inequívoca señal de que Estebanico había dado con  la primera Ciudad de Cíbola. Niza con su pequeño ejército de baquianos recorrieron optimistas las jornadas, encontrando en el camino nativos comerciantes que confirmaban la noticia de la riquísima ciudad donde los habitantes “andan ceñidos con cintas de turquesas”. Cuando llegaron al punto de encuentro con Estebanico hallaron a los indios que lo acompañaban con el semblante encajado de pesar, pues “el Negro” había sido muerto por los habitantes de la cuidad y ellos hacían de regreso sin lugar a convencimiento en contra.
   Contaron que Estebanico terminó por deschavetarse al liberarse de la subordinación a Niza, recomponiendo su atavío con adornos y reclamando por donde pasaba favores sexuales a las indias a más de exigir la deferencia propia a un ser divino. Con tamaño boato se presentó a las puertas de Cíbola, cuyo reyezuelo, no dejándose convencer de la divinidad del oscuro personaje, primero soportando su demanda de honores y pleitesías hasta que luego, colmando su paciencia, lo sometió a una especie de ordalía para probar su dicho y reprobándolo decidió el monarca ponerle término final
   Lo único sin duda cierto es que Estebanico estaba bien muerto y la escolta de indios de Niza se negaron en redondo a seguirlo, conspirando para matarlo si los presionaba un paso más. Niza, empero, haciéndose acompañar de algunos indios leales remontó algunas jornadas y atrevió a subir a un cerro cercano desde cuya cumbre avistó la ciudad, comprobando su magnificencia cuando con el estertor del sol alcanzó la cima. Cuando el sol exhalaba sus últimos rayos bruñendo el paisaje se deslizó sobre el la pátina caliente exacerbada por el ambiente caliginoso del desierto y acercándose al vacío le llegó una visión fascinante: delante de él contempló extasiado la presencia a la distancia de una ciudad de grandes edificios superpuestos toda ella refulgente de filos dorados: toda una ciudad recubierta de oro. Niza vio o creyó ver una ciudad inmensa, cuya población sería mayor que la ciudad de México. Bajando en éxtasis de la cima no tuvo de ver como al apagarse el sol tras el horizonte la ciudad recobraba su normal condición de simple barro.






III
   Regresó a México diciendo en todas partes haber descubierto el reino maravilloso de las ciudades de Cíbola, por más que el virrey le ordenó quedarse en silencio. Envió entonces el virrey de la Nueva España para la conquista del nuevo territorio a Francisco Vázquez de Coronado al frente de la más poderosa expedición jamás vista en México y llevando como guía a Marcos de Niza, quien había hecho la relación de cuanto había visto a Coronado, haciéndole jurar que cuanto decía era cierto. La expedición de Vázquez de Coronado partió así rumbo a la ciudad soñada con 300 hombres criollos y mestizos, 1,000 indios, 1,500 caballos nacionales y armas hechas en la Nueva España, más un fraile mentiroso.
   A las venturosas noticias iniciales siguió la decepción ante la vista de la ciudad, que no era tal dorada, sino una miserable aldea de casas de abobe enlazadas por escaleras de madera, reconocido como el pueblo Zuñi en la actual Hawikuh de Nuevo México. Poco falto para a Marcos lo lincharan, pues el oro y las turquesas de Cíbola se trocó por yermos, míseros poblados y agotadores desiertos, quedando la figura de Marcos de Niza para la historia marcada por la impostura y como modelo de los engaños del deseo, que por conveniencia se precipita a tomar por reales lo que apenas son las apariencias. La orden franciscana en cambio robusteció el imperativo del progreso de la evangelización del norte, cundido por infieles por combatir, atenuando el barro de la mentira del fraile por el oro que entrañaba la difusión de la fe.




IV
   Empero el expediente de Niza no hizo sino enardecer la sed de riqueza y aguijar la ambición de gloria en los expedicionarios comandados por Vásquez de Coronado, aprovechando tal debilidad otro indio del grupo, de la tribu pawne, al cual apodaban “el Turco”, quien hábil para describir riquezas fantásticas los convenció de continuar la exploración. Así, buscaron inútilmente por dos años en las vastas llanuras de Texas  y de Arizona, orientándose por medio de tiros, señales de trompeta, hogueras y grandes huesos de bisonte amontonados, avanzando hasta descubrir los inmensos castillos de cinabrio cuyas murallas y torres imponentes forman lo que hoy conocemos como el Cañón del Colorado. La viva imaginación del indio sirvió de tal modo de carnada a los españoles, poniendo a la vez de manifiesto como un enemigo encubierto dentro de las propias filas es más peligroso que el combate directo contra un ejército declarado. También como la fantasía fue usada con sus velos por los indios mexicanos como arma de resistencia ante la penetración de los conquistadores.
   Por último hay que agregar que Vásquez de Coronado no soportó las contingencias adversas del viaje, sufriendo un ataque de locura, recuperando con el tiempo el juicio pero perdiendo en cambio el poder político y económico que había conquistado como gobernador de Nueva Galicia mientras que Marcos de Niza moría en el mayor de los descréditos. El dorado espejismo del desierto, igual que las aguas rejuvenecedoras y la gran Quivira, sirvieron así para instruir a los indios en la cultura hispana por medio de los núcleos de desarrollo regional de las misiones, haciendo de aquel territorio desabrido un inexpugnable bastión del cristianismo que recuperaba para la ecúmene lo mucho perdido en aquel tiempo por la desbandada pagana triunfante por Europa.



[1] En Isaías 43, 3-4 se habla del país de Cus: “Entregué a Egipto como rescate por ti,// a Cus y Sebá en tu lugar,// dado que eres precioso a mis ojos,// eres estimado, y yo te amo.” Cus y Sebá son dos regiones de África, al sur de Egipto; aunque no es una evocación histórica precisa, sino una alusión a pueblos lejanos. Y poco más adelante: “Los productos de Egipto,// el comercio de Cus// y los sebaítas, de elevada estatura,// vendrán a ti y tuyos serán.// Irán detrás de ti, encadenados,// ante ti se postrarán, suplicantes…” Isaías, 45, 14. Algunos señalan a Cus como el antiguo nombre de Etiopía, “pueblo de alta estatura y de piel brillante”, “una nación temida en todas partes, pueblo fuerte y altanero”, una nación “vigorosa y dominadora”. También la identifican con Egipto porque en tiempo de Isaías se encontraba bajo una dinastía etíope. Isaías, 18, 1-7.








martes, 26 de septiembre de 2017

Te Deseo lo Mejor

"Perdóname"... probadita...!!!

Las Palabras Escapan de mi Boca Por ALBERTO ESPINOSA OROZCO

Las Palabras Escapan de mi Boca
Por ALBERTO ESPINOSA OROZCO 
México

Las palabras escapan
de la roca oscura roca de mi boca
como lagartos de un laberinto en llamas.

Por la habitación las veo difundirse,
extender sobre el espacio
sus cuerpos de rojas bestias,
que se inflaman y arden
como globos efímeros
y que el silencio domestica. 

Luego vuelven a mi oído,
ya mansas y humildes
como corderos de cristal,
para romperse y triturarse
y dar su jugo, al yunque
animal de mi sordera.




Pág. 73

martes, 19 de septiembre de 2017

Mariquinhas Alfredo Marceneiro

A Casa Da Mariquinha
Alfredo Marceneiro

É numa rua bizarra
A casa da mariquinhas
Tem na sala uma guitarra
E janelas com tabuinhas

Vive com muitas amigas
Aquela de quem vos falo
E não há maior regalo
Que a vida de raparigas

É doida pelas cantigas
Como no campo a cigarra
Canta o fado à guitarra
De comovida até chora
A casa alegre onde mora
É numa rua bizarra

Para se tornar notada
Usa coisas esquesitas
Muitas rendas, muitas fitas
Lenços de cor variada.
Pretendida, desejada
Altiva como as rainhas

Ri das muitas, coitadinhas
Que a censuram rudemente
Por verem cheia de gente
A casa da mariquinhas

É de aparência singela
Mas muito mal mobilada
E no fundo não vale nada
O tudo da casa dela

No vão de cada janela
Sobre coluna, uma jarra
Colchas de chita com barra
Quadros de gosto magano
Em vez de ter um piano
Tem na sala uma guitarra

P'ra guardar o parco espólio
Um cofre forte comprou
E como o gaz acabou
Ilumina-se a petróleo.

Limpa as mobílias com óleo
De amêndoa doce e mesquinhas
Passam defronte as vizinhas
P'ra ver o que lá se passa
Mas ela tem por pirraça
Janelas com tabuinhas


La Casa De La Mariquita
Alfredo Marceneiro


En una calle bizarra
la casa de Mariquita
tiene en la sala una guitarra
y ventanas con tablitas.

Vive con muchas amigas
aquella de quien hablo
y no hay mayor regalo
que la vida de las niñas
es enloquecida por las canciones
como en el campo la cigarra.

Se canta el fado con la guitarra
de conmovida hasta llora
la casa alegre donde vive
es una calle bizarra.

Para hacerse notar
usa cosas exquisitas
muchos encajes, muchas cintas,
lienzos de variados colores.

Pretendida, deseada
altiva como las reinas
ríe mucho de las pobres
que la rudamente censuran
por verla llena de gente
la casa de Mariquita.

Es de apariencia sencilla
Pero muy mal amueblada
Y en el fondo no vale nada
Todo de su casa

En el vano de cada ventana,
Sobre la columna, una jarra
Colchas de guepardo con rayas
Cuadros de mal gusto
En lugar de tener un piano
Tiene en la sala una guitarra.

Para guardar el exiguo botín
un cofre fuerte compró
y como el gas se acabó,
se ilumina a petróleo.

Limpia los muebles con aceite
De dulces almendras mezquinas
Pasan en frente las vecinas
Para ver lo que allí pasa
Pero ella tiene para su rabia
Las ventanas con tablitas.





O Leilão Da Mariquinhas
Alfredo Marceneiro


Ninguém sabe dizer nada
Da famosa Mariquinhas
A casa foi leiloada
Venderam-lhe as tabuinhas

Ainda fresca e com gagé
Encontrei na Mouraria
A antiga Rosa Maria
E o Chico do Cachené

Fui-lhes falar, já se vê
E perguntei-lhes, de entrada
P'la Mariquinhas coitada?
Respondeu-me o Chico: e vê-la
Tenho querido saber dela
Ninguém sabe dizer nada.

¿E as outras suas amigas
A Clotilde, a Júlia, a Alda
A Inês, a Berta e Mafalda
E as outras mais raparigas?

Aprendiam-lhe as cantigas
As mais ternas, coitadinhas
Formosas como andorinhas
Olhos e peitos em brasa
Que pena tenho da casa
Da formosa mariquinhas

Então o Chico apertado
Com perguntas, explicou-se
A vizinhança zangou-se
Fez um abaixo assinado,
Diziam que havia fado
Ali até madrugada

E a pobre foi intimada,
A sair, foi posta fora
E por more duma penhora
A casa foi leiloada.

O Chico foi ao leilão
Arrematou a guitarra
O espelho a colcha com barra
O cofre forte e o fogão,
Como não houve gambão
Porque eram coisas mesquinhas

Trouxe um par de chinelinhas
O alvará e as bambinelas
E até das próprias janelas
Venderam-lhe as tabuinhas.


La Subasta de la Casa de Mariquinhas
Alfredo Marceneiro


Nadie sabe decir nada
De la famosa Mariquinha
La casa fue subastada
Se le vendieron las tablas

Todavía fresca y con gagé
He encontrado en la Mouraria
A la antigua Rosa María
Y el Chico del Cachené

Los he hablado, ya se ve
Y les pregunté, de entrada
¿Por qué?
Me respondió el Chico: y verla
Quisiera saber de ella
Nadie sabe decir nada.

¿Y las otras amigas?
A Clotilde, a Julia, a Alda
¿Inés, Berta y Mafalda?
¿Y las otras más chicas?

Aprendían las cantigas
Las más tiernas, coitaditas
Cosas como golondrinas
Ojos y pechos en brasa
Qué pena tengo de la casa
De la hermosa mariquita

Entonces el Chico apretado
Con preguntas, se explicó
La vecindad se enfadó
Hizo un abajo firmado,
Dice que había fado
Hasta la madrugada

Y la pobre fue intimada,
A salir, fue puesta fuera
Y por más de un embargo
La casa fue subastada.

El chico fue a la subasta
Se retiró la guitarra
El espejo, la colcha con barras,
La caja fuerte y la cocina
¿Cómo no hubo jugo de naranja?
Porque eran cosas mezquinas

Trae un par de chinelas
El alvará y los bambinelas
Y hasta de las propias ventanas
Le vendieron las tablas.