martes, 2 de mayo de 2017

Lorena Marrero: El Espacio Encantado Por Alberto Espinosa Orozco

Pintoras de Durango

Lorena Marrero: El Espacio Encantado 

Por Alberto Espinosa Orozco


Andan buscándose los ojos en los ojos,
andan tentándose las manos con las manos,
y en la arena la huella del hermano
acomoda la huella de la hermana.”

Alfonso Reyes





I
   La pintura es el arte de la luz donde el color encarna para volverse espacio habitable, lugar de las miradas. Su exploración de belleza no es así sino la armonía buscada donde las cosas puedan coexistir a la vez en estricta contigüidad y al mismo tiempo en la mitad de la luz pues coexistir es convivir, es existir una cosa al lado de la otra, acompañándose, para apoyarse y fecundarse mutuamente.
   Lorena Marrero ha salido en expedición a la pintura, y en su camino ha encontrado el tono de la luz que permite imantar al elemento unitivo de esa coexistencia y convivencia mutua entre los seres, volviendo a recrear en figura el movimiento íntimo de la vida del mundo. Porque el tema ideal de la pintura en la artista durangueña ha sido el de la mujer en el mundo vista como habitante del planeta. Problema vital sin duda, pues para el ser humano el mundo de la vida es aquel en que cada elemento solicita a todos los demás para incardinarse en relaciones mutuas con todos los otros y constituir un microcosmos.
   Así, su punto de partida ha sido el movimiento que va de la naturaleza al espíritu, yendo de las figuras espaciales a su lenta maceración y madurez emocional. Sus composiciones plásticas han encontrado entonces una rica gama de valores plásticos, ahítos de sentimientos delicados y vibraciones nerviosas evocadoras de cálidas superficies trémulas e ultimas.
   Si en un primer momento de esa búsqueda de espíritu en las formas tuvo que sortear los obstáculos de las huellas sensibles del psiquismo y sus contingencias en el cuerpo humano como si de ulceras o cicatrices se tratara; ahora en cambio ha dado un paso más allá para tomar distancia. Porque si en una primera instancia la reflexión especular de la imagen buscaba la revelación o la trasparencia en la concreción apremiante de la identidad personal a través de los roles atribuidos socialmente o de su historia personal, por su posición digamos en el mundo social, ahora esa especulación se sitúa en otro nivel, en donde la imagen en que reconocerse no es la que otros le atribuyen o la de las huellas del pasado, sino la búsqueda de una identidad más sobria donde resulta más firme su vocación de artista y más clara la voz de su maestro interior, integrando con ello de una manera más diáfana el pasado personal a su vocación y la visión futura, ganando con ello su arte en espacialidad y en encamación de luz en sus figuras.
   Así, si lo primero que saltaba a la vista en su obran anterior era la liberación de los impulsos inconscientes reprimidos, en esta nueva etapa resulta más concisa la voluntad de dejar formar a la fantasía, siendo una manera concreta de acceder a la experiencia estética como valoración originaria.   
   La continuidad entre los dos momentos, entre esos dos niveles de reflexión, habría que buscarla sin lugar a dudas en cierta atmósfera de opresión o de presión histórica que ronda entre sus lienzos como si de un ventarrón prepotente y maniático se tratara. Así, las figuras de farsa burlesca o de opereta boba que anteriormente aguijaban su obra han cedido su puesto a favor de una concepción más amplia del espacio pictórico. Lo convencional y huero que antes se expresaba en términos de fetiches, disfraces y casas de muñecas como símbolos de manquedad espiritual y voluntad reduccionista o como imágenes del discurso mocho y de la hipocresía se han metamorfoseado ahora en un ámbito más que una figura, en una atmósfera ciertamente sombría que ronda sus cuadros. En efecto, la relación de generación y su nota de agudización en cuanto presión histórica y de pecaminosidad, no se condensa más en imagen ni usurpa su lugar, pudiendo entonces fijar a sus figuras en términos de valores superiores e ideales más precisos.
   No por ello los ácidos corrosivos de la visión crítica eliminan del todo su presencia; ora en el bufón socarrón que entromete sus narices de merengue entre sus lienzos para quedarse petrificado en su máscara de cartón de roca; ora en el chiste del mago y el chirrión que súbitamente brinca en su chistera; ora en la casa de muñecas que hace de la mujer una niña inerte y manejable por un sistema mágico de retóricas litotes. Empero tales ingredientes mistificadores de la realidad son subsumidos ahora más bien en lo que tienen de categoría neblinosa y que caracteriza a nuestro tiempo. Quiero decir que se trata de símbolos y formas tamizadas por los experimentos anteriores, presentándose entonces más como un fondo vago y equivoco en que igual se expresa el encubrimiento y la falsía charlatana, que el desencanto que avala tal moralidad tan reiterativa cuanto inane y que encubren la dominación o los impulsos pervertidos. Figuras y poderes que humillan nuestro mundo en términos de engendros de apariencia humana, pero cuya simpleza no es otra que la que hay en la simulación de lo simiesco, que velan la realidad y evisceran el mundo de todo misterio, de toda distinción o principalidad y todo prestigio.
   Al dejar de focalizar la atención en esas sombras, la pintora puede entonces atravesar la densa neblina de nuestro tiempo para encontrar la forma de un lugar habitable a la mirada -hecho de nostalgia es verdad y de Edén perdido, de franca melancolía incluso, de pena de amor perdido, donde empero la gestación de la forma pura o de la idea abre un espacio en que recuperar los lazos paradisíacos que nos unían firmemente con la vida.
II
   El tema de su obra así se decanta y se precisa y también se distancia: es el exilio, la orfandad de las cosas del mundo moderno y la soledad irreducible del hombre y la mujer que es todo humana.    En efecto, la gravedad del tema se fija y se define ahora como el de la dialéctica de la soledad: soledad que es exilio del reino prometido, castigo y expiación, prueba y penitencia (Octavio Paz). Pena de amor, pues, que es también una promesa; búsqueda de comunión, de hermandad, de comunidad.
   En su obra actual hay así algo del descenso a las aguas primordiales del origen, de inmersión en el claustro de paz que edificaba lentamente el mundo -y del que hemos sido arrancados, expulsados. Sed de amor, es cierto, y hambre de comunión.
   Movimiento de abstracción y de concentración para salir del exilio interior y en el que la artista ha tenido que crear, como en los cuentos de hadas, un mundo interior. En ese mundo marcado por la desgarradura de la exploración intima se dan las notas conjugadas de la dialéctica de la soledad: el sentimiento de desprendimiento del mundo por un lado y por otro la extrañeza ante uno mismo. Laberinto en cuyo centro reencontrar la conciencia de sí y silicio purgativo en donde eliminar la angustia y recuperar la estabilidad perdida. También movimiento de explosión para salir fuera de sí y abrazar la reunión, alcanzando el reposo y la dicha, acaso también el reconocimiento (anagnórisis).
   Así, al tematizar la soledad Lorena Marrero ha sufrido un desgarramiento que experimenta también como enriquecimiento de su expresión pictórica. Por un lado, pues, estación en el desamparo y el abandono; por otro, conciencia de la mancha original y de la culpa que permite llegar a uno mismo. Su síntesis: la aventura del viaje como proceso de redención e iniciación simbólica cuyo meta es la de volver a concordar con el mundo.
III
   En las telas de Marrero se despliegan entonces los sitios arquetípicos consagrados entonces a la expulsión de excrecencias, a la meditación o a la purificación inmediata. El extraño bidet como una maquina higiénica ininteligible y caduca, no exenta de morbo, que bajo la óptica del quirófano analítico paso de ser lujo de realeza a mísero utensilio de lupanar cochambroso -fuente duchampesca en que se cifra simbólicamente la proletarización creciente de la burguesía, en justa sanción histórica por no haber aristocratizado o mejorado a la plebe. O la bañera que aparece como una vaca primordial tendida y vasta en su desfalleciente y marmórea solemnidad de abrazo maternal. Y los mullidos sillones modernistas fielmente enfrentados con aire de diván psicoanalítico donde la divina lívido ejerce su libre arbitrio o en donde realizar la meditación trascendental -como si fueran ensayos cartesianos frente a la estufa de Ulm, pero esta vez no impuestos a concebir la conciencia y la prueba de realidad no como el pensamiento que se piensa a sí mismo (que no puede dar como resultado sino la mónada fracasada), sino al hombre como el lugar de la naturaleza en que Dios cobra conciencia del mundo y al pensamiento como expresión verbal necesariamente dirigida a los otros, al otro. O en la imagen dialógica del desierto lecho nupcial como un solemne tálamo de remota cámara donde la carne interrogada exige recibir en la carne su respuesta para hacerse suya.
   Objetos nuevos o receptáculos de fuerza (maná) donde se singulariza lo insólito o lo extraordinario y donde emerge un poder misterioso o activo en que se manifiesta lo dinámico, lo eficaz, lo creador o lo perfecto. Metáforas de las epifanías y kratofanias que singularizan un espacio como "centro" de la realidad o de fertilidad, donde se absolutiza lo relativo o en que deja el devenir traslucir el arquetipo eterno. Fuentes inagotables donde lo puro o lo mancillado toman su asiento y dan al hombre los sillares donde asentar el cosmos.
   Mundo, pues, en que los objetos vuelven a ser fuentes enigmáticas donde la luz reposa y en el que, como en la vieja infancia, vuelven a respondernos y a resolver nuestras preguntas, a ser otra vez organismos delicados de mágicas imantaciones simbólicas. Espacios de concentración de energía en los que es posible volver a ser para ser uno con el mundo y en los que la imaginación abrasa como si tuviera brazos y besa como si tuviera labios. También creación de un mundo hecho a imagen de la artista o manufactura del microcosmos, en el que la artista ha encontrado un ámbito privilegiado de la cultura en que la separación no es más orfandad u olvido de sí, sino impulso de libertad y entrega a los otros, a lo otro. Laberinto trasmutado en conciencia de singularidad que es la vez fundamento de una segunda inocencia ganada a pulso por el trabajo creador -que incluso puede renunciar a sus frutos, pero que no por ello renuncia ni a la acción ni al futuro.
   Pintura introspectiva, es verdad, que al interrogar los espacios bajo la solfa de la soledad interior, a veces dolorosa, descubre inusitados claustros en donde pareciera que el mundo y su tesis de realidad o se desconecta o pone entre paréntesis (epojé) para examinar con morosidad los contenidos de conciencia bajo la óptica de la mirada estética. También nostalgia del espacio o del cuerpo del que fuimos arrancados y que hace de la soledad un cauterio para afinar el alma. Búsqueda por último de un tiempo original y de un recinto sagrado donde encontrar la fuente del presente fijo en que tiempo y vida se unan nuevamente.
   Necesidad, pues, de encontrar de nuevo el establecimiento de lo humano para en cierto modo llevar a cabo la reconstrucción del mundo. Figuras arquetípicas del espacio sagrado que el hombre requiere para organizar y "cosmizar" un sitio que sea a la vez un interior y un "centro".
   Así, la pintura de Lorena Marrero expresa en su obra esa condición esencial de la Antropología Filosófica como la exclusiva humana que requiere realizar arquetipos para dar cuerpo a la nostalgia de las formas trascendentes. Porque lo que ha buscado el arte de Marrero no ha sido nunca el éxtasis, sino la sabiduría; no la dispersión o anulación del mundo, sino su vuela a él después de su tránsito por la noche oscura de la caída de las ilusiones para acceder a otro nivel ontológico o a la iluminación. Camino de iniciación, es cierto, en donde los contenidos oscuros o su presión atmosférica no se recrean para entrar en la muerte, sino para volver de ella trasfigurada -no en la mudes del silencio, sino en el mundo recuperado de las significaciones bajo el rayo de luz inmaterial en que aparecer ante los otros y en el espacio sin distancias que todo lo comunica del sentido.




















No hay comentarios:

Publicar un comentario