martes, 18 de octubre de 2016

Tomás Castro Bringas: el Hilo de Oro Por Alberto Espinosa Orozco

Tomás Castro Bringas: el Hilo de Oro
Por Alberto Espinosa Orozco



I
         El grabador mexicano Tomás Humberto Castro Bringas nació en Santiago Papasquiaro, Durango, el día 7 de marzo del año 1961 y murió el 18 de octubre del año 2015 en la Ciudad de Durango, a los 54 años de edad. Su nombre quedará indisolublemente ligado al resurgimiento del arte del grabado en su región como medio de expresión artística, del que fue su más importante promotor durante décadas, cumpliendo con su empeño de dotar a los durangueños de una memoria grafica, en términos de imágenes potentes para revelar la identidad y el alma colectiva que nos acoge, para decir quiénes somos a través del arte, dando cuenta con ello de los avatares del tiempo no menos que de los escoyos y puentes del horizonte futuro.
         El hombre es un ser de imágenes que gracias a su imaginación preserva y renueva una tradición, actualizando la savia de la vida y haciéndose así heredero de un mundo. Gran impulsor del oficio de grabador en su región geográfica, la personalidad de Tomás Bringas se dilata así más allá de su tiempo, por haber dejado un cimiento firme y un nota profunda coronada de alegría en la preparación del desarrollo futuro de la estampa en su localidad, pudiéndose considerar su obra y su tarea, a la vez, como uno de los más granados logros distintivos de su patria chica.
         El ser humano se mueve entre dos dimensiones coordinadas, a las que se asimila y de las que forma parte: son los lugares y las fechas. Fechas en las que estamos, como en una nave que circunda el circular río del tiempo y espacios en los que entramos, como en una casa, para componer el paisaje interior. Entre ambas hay una tercera fuerza, en cierto modo autónoma, en la que entramos como en un lugar y en la que estamos como en el tiempo: esa tercera cosa es la memoria, materia toda de la cultura y de la educación. El arte es la forma didáctica más alta del cultivo de la memoria, invocada por el hechizo de la imaginación y de la fantasía creadora. Porque el hombre es un árbol de imágenes y de pensamientos, cuyas raíces penetran profundamente en el cielo hasta tocar a las estrellas, para luego volver al hombre y saciar su sed de sentido y de pertenencia, para activar también las mociones del querer y de la voluntad en actos que son obras que son frutos.
         Tarea de abrir las ventanas de la imaginación a sus contemporáneos fue la de Tomás Castro Bringas quien, como opimo fruto de su región, volvió sus pasos a su patria chica para abrir los surcos de la tierra y sembrar sus semillas de memoria y conformar la silueta de un paisaje que ya muestra sus deslumbrantes oros y lozanas verduras en el horizonte futuro. Porque Tomás C. Bringas se distinguió por el amor a su oficio de grabador, que él interpretó básicamente como un servicio a su comunidad nativa, trasmitiendo de tal suerte a sus contemporáneos y a las nuevas generaciones los secretos de esa misteriosa alquimia hecha de traslúcidos espejos minerales y multiplicadas chispas de la vida, semillas cuyos renovados brotes constituyen hoy en día ya la floración futura. 



II
         Tomás Castro Bringas, nativo de Santiago Papasquiaro, estudió grabado, pintura y escultura en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la UJED, realizando posteriormente la carrera de Artes Gráficas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, antigua Academia de San Carlos, de 1980 a 1984, donde se tituló como licenciado, cursando en ella posteriormente numerosos diplomados. De regreso a Durango aplicó los radios expansivos de sus conocimientos en la enseñanza, promoción y difusión de la cultura regional, teniendo siempre como eje el amor por la disciplina de la estampa.
   Trabajando para la Universidad Juárez del Estado de Durango, de 1984 a 1990,  innovó el diseño editorial, debiendo esta rama de las artes en su región parte su elevada profesionalización y más alta calidad. Trabajó primero en el taller editorial del patio trasero del Edificio Central de la UJED, trasladándose posteriormente al Taller de Experimentación Grafica, en los altos de un antiguo hotel de la calle Juárez, ocupando varios salones, cerca del Callejón de las Mariposas, teniendo a Nuria Montoya como su asistente. Tomás Bringas se dedicó entonces a la purificación y plurificación de las técnicas de la estampa, incursionando en el grabado, la serigrafía y la encuadernación, pero también en el laboratorio de fotografía. Realizó para la UJED por ese tiempo infinidad de trabajos editoriales, desde tarjetas de presentación y viñetas a libros, pasando por folletos, cuadernillos, posters, carteles, marmotas, publicidad en general, invitaciones y hojas volantes. Luchando contra viento y marea llevó a la luz una serie de revistas: entre otras, la Revista Transición, junto con Mauricio Yen, hecha con rollos de papel revolución; además de una serie de revistas experimentales y literarias, como El Coyote, El Ciervo Volador y La Fuente, editando simultáneamente libros de los principales escritores regionales, como Socorro Soto, Juan Emigdio Pérez y Oscar Jiménez Luna.
         Durante treinta años de labor ininterrumpida fundo innumerables talleres de estampa, trasmitiendo los valores de la imaginación y la hechura asociados a la maestría del oficio: desde el Taller de Grabadores Mexicanos en el Desierto de los Leones, en compañía de su coterráneo oriundo de Santiago Papasquiaro, José Luis Corral, hasta el Taller de Grabado “El Perro Bravo”, que tuvo variadas y disímbolas sedes, pasando por el Mexican Print Making Work Schop en Chicago, con los artistas mexicanos René Arceo y Nicolás Tesas, y el Taller Municipal de Grabado del IMAC, cuando fue dirigido por el novelista Jesús Alvarado, entre 2010 y 2013, época ésta última de gran desarrollo, organizando más de 18 exposiciones, entre individuales y colectivas, formando a más de 30 alumnos en el conocimiento y práctica del grabado. Como prueba de su labor quedan en la memoria decenas de exposiciones por él organizadas y un conjunto notable de carpetas de grabado, así como el registro de su enseñanza de diversas técnicas de grabado, en cursos intensivos de trabajo, que iban desde el frotamiento con cuchara y la xilografía en hueso de aguacate, hasta las más refinados métodos de impresión litográfica de estampación en seco y con placas fotosensibles. Fatigas a las que hay que sumar  pláticas y conferencias, donde se ocupó de difundir sus hallazgos en los métodos aplicados de la impresión sobre materiales comercializables, lo mismo que en ahondar en la mexicanidad descrita por el arte de José Guadalupe Posada o de Manuel Manilla.





III
         La docencia y la enseñanza fue así parte sustantiva de su labor, inseparable de su trabajo en los talleres, concibiendo el magisterio de manera tradicional, como la relación íntima entre maestro y aprendiz del oficio, partiendo de la evidencia empírica de que se aprende a hacer junto con quien ya sabe hacerlo. Impartió así sus conocimientos en el Centro Femenil de Rehabilitación Social en Tepepan, Xochimilco; en la Universidad José Vasconcelos de la Ciudad de Durango; llegando a ser académico en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la UJED, impartiendo las cátedras de Medios Audiovisuales, Escultura y Fotografía. Porque su pasión por el arte la estampa no fue sino la cara  anversa de la moneda, en cuyo reverso latió siempre vivamente la pasión por trabajar con los jóvenes; el cíngulo que unía ambas labores no era otro que el canto de la generosidad, el afán de generar, propio del eros pedagógico, motivando su amor por enseñanza por el poder trasmitir a otros los conocimiento adquiridos y los valores más arraigados de nuestra tradición, preservando con ello toda una cosmovisión.
         Artista completo, Tomás Bringas fue, además de maestro, impresor y editor, un singular inventor, pues diseñó y confeccionó maquinaria alternativa para la estampa, sirviéndose de gatos hidráulicos y otras herramientas para crear módicos tórculos y rudimentarias prensas de estampación. Su labor como investigador nos sumerge en un dilatado universo, en cierto modo inabarcable, que soñó bajo la forma de un fabuloso diccionario de la mexicanidad, donde daba cuenta de la profunda cosmovisión y de nosotros mismos, en una abierta tarea de reivindicación de los valores más hondos que nos constituyen como pueblo. Exploración incesante, en la que descubrió un mundo entero de nuevas posibilidades, empleando materiales inéditos y recursos inusitados, como el uso de telas, de madera tallada, de papeles hechos a mano, como confirma su tesis de grado publicada en 1984 por CONACULTA: Manual de Gráfica Contemporánea. Taller Experimentación Editorial.
         Es menos conocida su faceta como escultor, disciplina en la que sin embargo intervino con sobrado talento. Son suyas la copia de la máscara mortuoria de Francisco Villa que se encuentra en el Museo 450 (IMAC), la escultura del “Cristo Maestro”, en la pirámide que se encuentra en la vieja carreta a Mazatlán, “El Quijote de la Mancha”, que decora la entrada a la Biblioteca de la UJED, el “San Francisco de Asís” que adorna el ITD –sin contar con las obras en colecciones particulares. Dentro de esta misma disciplina artística pueden considerarse los hermosos marcos ornamentados, de gran formato, realizados en el año de 2002 para complementar la obra del artista Manuel Piñón Alamillo.




IV
         Sus dotes como organizador fueron puestos muchas veces a prueba en trabajos que requieren esfuerzos colectivos. Labor de conjunto en la que operaba naturalmente como gran orquestador, introduciendo métodos revolucionarios de trabajo, potentes para “salirle a toro”, para no detenerse, pese a las dificultades materiales, y seguir adelante. Caminado al paso, al son que le tocaran, implementando incluso viejas prácticas como el trueque de mercancías, el maestro Bringas supo incorporar a sus trabajos los recursos de la cultura local propia, poniendo en actividad a una serie de artesanos, como pirograbadores, encuadernadores y talladores de madera. Así, sus carpetas de grabado y libros objeto, 100% artesanales, desarrollaron el concepto más acabado de lo “originario” que hay en la resistente cultura durangueña, entrañando en sí mismos el valor de una mundo imaginario, inequívocamente propio, donde se deposita, refractariamente, el alma de todo un pueblo y el espíritu condensado de una nación. Objetos a la vez escasos, por constar de tirajes reducidos, y de un costo mínimo, lo que da por resultado un concepto disociado y novedoso del “lujo”, pues añade al trabajo cuidadoso del orfebre, que hace al objeto único y digno de coleccionistas, la multiplicación evangélica del pan y de los peces, gracias a los métodos usados por la estampación ceñida estrechamente a los esmerados acabados artesanales.
         Entre sus libros y carpetas de grabado, realizado contando siempre con la colaboración de colegas, alumnos y de su inseparable compañera Paola Moreno, cabe mencionar, entre muchos otros trabajos: Santitos, y Juegos de Lotería, realizados en Chicago, en colaboración con el Mexican Print Making Work Schop, cuya muestra visitó ocho países, obteniendo reconocimientos académicos en Alemania y Japón; Breviario de Neologismos y Arcaísmos (2009); Bestiario de lo Insólito y de lo Inesperado (2010); Diario de Calle, acompañado por un video sobre las tribus urbanas (2011); Las Fibras y las Telas en las Artes Visuales (2011); Entre el Amor y la Costumbre (2013); Crónicas al Servicio de una Causa (2014), y; El Sotol: la Magia del Desierto Líquido (2015).
Su labor como viñetista y grabador se extendió también en múltiples direcciones, desde la ilustración de libros de poesía, como los  Cuentos de Papel de Dodled Meto, a su colaboración para los 100 Años de la Toma de Zacatecas en el 2014, participación que acompañó con la muestra 100 años de la Revolución Mexicana 100/100, presente en el Museo de la Ciudad 450. Obra de toda una vida de esfuerzos individuales y compartidos, de la que da una idea el libro Taller de Grabado “El Perro Bravo”, diseñado por el artista y publicado por CONACULTA e IMAC en el año de 2015, contribuyendo con ello a una especie condensada de historia de las artes gráficas en Durango.
Visión estética del mundo, cuyo gusto por el intenso colorido se alterna con las sombras vagas de la melancolía y de la noche, pero que siempre destaca nuestros valores propios y nuestra peculiar tradición mestiza, a la vez peninsular y rayada de azteca. Estética que más que ruptura es recuperada renovación del gusto y de nuestra visión del mundo, atendiendo siempre a la regeneración de lo que esencialmente somos, sin descartar por ello los registros, muchas veces alarmantes, de los síntomas y signos de decadencia que acosa a nuestra época, que como un fardo de cenizas abrasivas de incontenible erosión espiritual pesan sobre el mundo entero en la edad contemporánea. 
V
El hombre, ser de imágenes, es también el ser que da testimonio de su travesía por la existencia a través de su obra. Tomás C. Bringas nos legó con su obra una singular visión de la cultura propia, hecha de profundos sellos y de poderosas imágenes, de bestiarios y diccionarios, de profundo amor y celo por las tradiciones populares. Su trabajo creció así como un árbol de múltiples brazos poderosos, alimentado por la luz de la verdad y de la belleza,  estampando el colorido radiante de nuestra tierra bajo la sombra bienhechora de la reflexión. Porque la búsqueda en los trabajos y los días del querido artista durangueño fue siempre la de un mundo mejor, más bello, mejor organizado, más fraterno, por lo que hay en sus trabajos algo de auroral y de recreación del mundo.      
Toca ahora reconocer la originalidad de su empresa, de servicio y hondo compromiso social, didáctico, pedagógico, que supo ver en el arte del grabado las inmensas posibilidades que guarda como medio alternativo de expresión individual y colectiva. Obrero de la cultura, misionero del arte, su vasta labor de productor y pedagógica sólo puede explicarse por el impulso y la potencia de su espíritu. Espíritu robusto adornado con las prendas de la generosidad y la sonrisa, dotado de una inacabable energía, afable y desenfadada, adornada por el detalle y ternura de la fraternidad.
         Sus días han quedado así cifrados en su obra como un hilo dorado que por la magia de su buril recorrió las arterias de memoria, siendo potente para trasmutar las placas de zinc y de cobre en fieles espejos de nuestra identidad colectiva y para suturar las heridas de una tradición aletargada. Hilo áureo que, al dar continuidad a la noble práctica del oficio de grabador, supo imponerse a las condiciones adversas del medio, combatiendo el olvido de nosotros mismos como cultura y como comunidad de fe. Hilos de ideales y de signos visionarios, que combatieron la fatal falta de espíritu de nuestro tiempo y las falacias sordomudas de la vanidad, urdieron simultáneamente el tejido íntimo de una fraternidad mayor donde, por medio de expresiones estéticas articuladores de situaciones de convivencia formativa, se logre preservar el valor de la persona y su independencia creativa, creando las pautas para que tales valores puedan descansar en el seno de una comunidad mejor organizada y verdaderamente libre.     
Hombre sencillo, sin levadura, que se adaptó a las condiciones del medio para servir mejor a su comunidad, que aplicándose a la modesta práctica de su labor trasmitió la moral del oficio, preparando el terreno de la cosecha futura, hallando su contento en que brillaran los otros, abriendo con ello la puerta a la esperanza. Hombre de entrega y sencilla generosidad que se avocó a la tarea de transmitir una tradición viva, mediante una manera de ser, intentando en todo momento su universalización.
Tomás Bringas fue en esencia un espíritu inquieto y alegre, contenido en sí mismo y satisfecho de su labor, quien supo hallar en el disimulado heroísmo de su tarea cotidiana el contentamiento y la plenitud, siendo por completo ajeno al conformismo de la rutina o a la inconformidad y desacuerdo de la enajenación. Hombre a la vez grave y siempre sonriente, dotado de una singular energía paternal, abarcó en la enseñanza a varias generaciones, tocando en sus puntas desde su coterráneo José Luis Corral a su más fiel aprendiz Israel Torres y, más allá aún, pues supo romper con las limitaciones y encadenamientos de las escuelas.
A un año que los trabajos y los días de Tomás Castro Bringas llenaron su cuneta para cerrar la comba de su esfera, toca reconocer la originalidad y el subido mérito de su empresa. Porque las multiplicadas semillas de su labor magisterial son hoy día los brotes que, alimentados por una sabia viva, darán a la vez su fruto a su tiempo. Porque su amor por el arte de la estampa fue siempre también el amor por la luz y por la matriz celeste de donde surgen las estrellas. Porque sus papeles han sido también las plumas de palomas mensajeras, hojas que son ojos visionarios, espejos para ver en el interior de nosotros mismos y mensajes cocinados en el laboratorio mineral del sentimiento, donde circulará, sobre la carne de algodón, la sangre invencible de una raza y el halito imperecedero de su vida.     
Durango, Durango

20 de septiembre de 2016







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