domingo, 30 de octubre de 2016

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas Por Alberto Espinos Orozco (2ª Parte)

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas
Por Alberto Espinos Orozco
(2ª Parte)



II
         El homenaje póstumo al maestro Tomás Castro Bringas ha tenido diversas manifestaciones por parte de la comunidad cultural de Durango, en muestra de gratitud, reconocimiento y cariño a su infatigable labor pedagógica y como animador de la cultura local. La esplendida Exposición de Día de Muertos en el flamante Centro de las Bellas Artes de la UJED (Negr4te #700), en conmemoración y rememoración de su trayectoria y entrega profesional, es una muestra de los logros alcanzados por el impuso, por el amor e influencia de su magisterio, tanto por el imperativo de profesionalización de los oficios y el refinamiento en el tratamiento de los temas, como por la continuidad en el desarrollo experimental de las viejas y de las nuevas técnicas de estampación y el alto nivel logrado en el desarrollo del dibujo, la pintura, la fotografía, el grabado, el diseño gráfico, la cerigrafía y el demás técnicas aplicadas al oficio artesanal, sumándose a ello un clima de afabilidad e integración cultural, que casi me atrevería llamar de unidad, entre sus discípulos y alumnos. Reconocimiento de su valía como persona, pues, al que se suma, en la sala de exposiciones del Teleférico de Durango, en el Cerro del Calvario, un Altar del Día de muertos en honor de su memoria y de su decidido proyecto de conservación y renovación de nuestras más queridas tradiciones, que dan al mexicano un inconfundible sello de identidad.  







Las innúmeras expresiones estéticas del día de muertos, muestran que el temor a la finitud de nuestra existencia es contrarrestado por el mexicano mediante el humor, la fiesta y la alegría de las tradiciones populares. La calavera y el esqueleto, objetos de fascinación que al mismo tiempo atraen y repelen, son entonces llamados “la Flaca”, “la Pelona” y “la Huesuda”, apareciendo lo mismo en escenas de baile que en versos panteoneros, en el sentido del carpe diem horaciano, de aprovechar el tiempo de alegría que nos taca en suerte vivir, de disfrutas los placeres de la vida sin confiar demasiado en el mañana, que es incierto, pero también en el sentido práctico de hacer lo que podamos hacer hoy, sin postergarlo para el mañana.
La muerte, ángel que todo lo inmoviliza al rozarnos con su vahara fría, queda de pronto también neutralizada en la festividad del día de muertos mexicana del 1º de noviembre, o alza el ponzoñoso aguijón de su estile para hacernos reír con los versos llamados “calaveras”, también llamadas en el siglo XIX “panteones”, que en las vísperas del día muertos la imaginación  popular pergeña a manera de epitafio, ensañándose sobre algún pasado de vivo tratándolo como si estuviese muerto, expresando así verdades difíciles de expresar en otro contexto, sirviendo la situación fúnebre para las razones que justifican que a una persona se lo lleve finalmente la “Tiznada”, que son las cenizas, o la “Flaca”, que es la huesuda, manifestando de tal forma que cada quien muere como vive. Las famosas calaveras literarias van generalmente acompañadas por un grabado, viñeta o dibujo, remontándose su tradición a la segunda mitad del liberal siglo XIX, cuando una serie de artistas como Constantino Escalante, Santiago Hernández, Manuel Manilla y José Guadalupe Posada comenzaron a hundir sus buriles hasta radiografiar al mundo, viendo a los vivos como si estuvieran muertos, interpretación que cobró fuerza por medio del muralista Jean Charlot y que se difundió plenamente gracias al Taller de la Gráfica Popular de Leopoldo Méndez.





Mundo en el que campea la corrupción y poblado de muertos en vida en el que el mismo José Guadalupe Posada detectó el arquetipo de la “Calavera Garbancera”, hoy conocida como la “Catrina”, mujer de sobrerefinamiento afrancesado (dandizzete), que al seguir la moda puede llegar a la elegancia, parando sin embargo muchas en lo contrario, que es lo cursi, presumiendo de una posición que no se tiene o renegando de su propia raíz, resultando una alegoría entonces de la inautenticidad o de lo snob –figura de la cultura superficial e imitativa, pues, la que aparece frecuentemente también en los papeles de china picados que adornan los altares del día de muertos.
Género de crítica literaria aplicado también a la pintura, que igual desnuda los cadáveres de nuestras miserias sociales, materiales y morales, que punza las desviaciones y atavismos de nuestras enfangadas costumbres o falsos modos de relacionarse entre nosotros,  que exhibe las vergüenzas y quistes de las rémoras políticas.




Por su parte, las ofrendes del día de muertos, compuestas en los altares estéticamente con flores de cempasúchil, hierbas de olor, cañas, panes de muerto, calaveritas de amaranto, chocolate o azúcar, licores y braceros, tienen como función la purificación de las almas. Remiten a los altares prehispánicos dedicados a los seres queridos en el más allá, cuya tradición se resistió a morir, y que se estructuran en tres niveles, pues es creencias que el día de muertos se abre un portal que comunica los tres niveles cósmicos del cielo, la tierra y el inframundo. Las ofrendas así tienen como función fortificar a las formas sin fuerzas de los muertos, que viven en la estación grisácea del pasado y necesitan de nuestro recuerdo, de nuestras oraciones y ayuda espiritual para sobrevivir en el inframundo –exorcizando de tal modo de la memoria los horrorosos Tzompantlis que acumulaban en hileras ensartados en palos los cráneos de los guerreros sacrificados en la plaza mayor del México Tenochtitlan.

Fiesta que es a la vez motivo de duelo y de celebración, en la ceremonia contradictoria mexicana hay una nota optimista: el recuerdo activo de los seres queridos que toca una nota metafísica, ligada a una antigua y rica cosmovisión del ser humano o a una filosofía en la que se entretejen elementos prehispánicos y cristianos: me refiero a la trascendencia o sobrevivencia del alma humana, de la tellolia mexica o el ol maya, en el más allá, en espera del juicio final y la resurrección de los muertos, o la vida en el mundo futuro. Sincretismo religioso que insiste en que el alma de los muertos requiere tanto de alimentos como de ayudas espirituales, simbolizadas por las flores, el incienso y las hierbas de olor, para concluir exitosamente su viaje de cuatro años en la región de los muertos y  descansar en paz en sus moradas.        









sábado, 29 de octubre de 2016

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas Por Alberto Espinos Orozco (1ª Parte)

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas
Por Alberto Espinos Orozco
(1ª Parte)

“Que el milagro se haga,
dejándome aureola o trayéndome yaga.”
Ramón López Velarde

“Mas buscad primero el reino de Dios y su justicia
y todo lo demás os será dado por añadidura.”
Mateo 6.33

“Pidan y se les dará; busquen y encontrarán;
llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe,
el que busca encuentra y al que llama se le abre.”
Mateo 7.7-12





I
Con la Carpeta de Grabado In Memoriam (2016) un grupo de artistas de diversas partes de la república y el extranjero rinden tributo a la memoria de Tomás Castro Bringas (Santiago Papasquiaro 1961-Durango, 2015), uno de los maestros grabadores más activos, respetados y queridos del México contemporáneo, a un año de su partida.[1]
Siguiendo el espíritu de rescate de nuestros valores del maestro Tomás C. Bringas, la obra colectiva alude a una de las más hondas raíces tradicionales de nuestra cultura nacional: me refiero a la cosmovisión prehispánica del submundo y de la muerte. Constelación simbólica que sobrevive floreciente, aunque enterrada viva hasta nuestros días, en las figuras y emblemas más representativos de la mexicanidad: los esqueletos y las calaveras. Figuras preservadas, gracias a la memoria artesanal y a las costumbres populares, bajo todo tipo de presentaciones y materiales, de dulces, panes y juguetes, esculturas de cartón, grafitis, etc., expresando nociones metafísicas y existenciales muy hondas, arraigadas indeleblemente en el inconsciente colectivo del mexicano. La idea de la muerte resulta así la parte más viva de la cultura prehispánica, que se resiste a morir, presente y latente, impregnando las costumbres y maneras de ser más características del mexicano.
El emblema de la calavera mexicana pertenece a la constelación simbólica muerte-renacimiento, siendo por tanto equivalente de la iniciación: invitación a dejar atrás al hombre viejo, a dejarlo morir, para nacer de nuevo a la vida de la luz y del espíritu, a recordar que el hombre fue creado apenas un poco menos que los ángeles, ya que hay en su alma  un elemento de vida inmortal. Así, más que representar la imagen del diablo, que esclaviza a los hombres por el temor de la muerte, o los trofeos rituales de los antiguos guerreros para apropiarse de la sabiduría, el conocimiento, la energía y el poder depositados en el cráneo de los vencidos, por las creencias de la magia simpática de la contigüidad o de la metonimia que toma el continente por el contenido, la dulce calavera mexicana de un paso más allá, haciéndonos recordar la dualidad esencial de la naturaleza humana, compuesta de una parte animal, de un ser mortal por necesidad sujeto a la corrupción, y un espíritu o alma inmortal, imperecedera, entando así en consonancia, pues, con la tradición cristiana.



No se trata así del cráneo que junto con la marmita del mago o el caldero de la bruja sirve como instrumento de adivinación, a manera de la bola de cristal o el espejo mágico, menos aún de los actos supersticiosos o rituales para enlazar a los espíritus del inframundo o pera adquirir poderes de renovación y transformación mediante un pacto con la muerte, tampoco del fascinante vaso de la vida y del pensamiento, que hechiza a los espíritus fáusticos y hambletianos en la irresolución del ser o no ser o en el afán de grandes empresas, sino de la muerte psicológica de la vieja personalidad y de la carne, y del nacimiento de una nueva conciencia. 
El cráneo, como vértice del cuerpo o lo más alto y superior, con su forma de cúpula, es visto como receptáculo del alma y centro espiritual del ser humano, matriz de la inteligencia y del conocimiento, donde se deposita la fuerza vital del cuerpo y del espíritu. De acuerdo a la valoración vertical del cosmos, el microcosmos del cráneo, es análogo, en el macrocosmos, a la bóveda celeste. Cede del pensamiento humano, receptáculo de la vida en su más alto nivel y centro espiritual, el cráneo humano representa el cielo del cuerpo humano por su forma de bóveda celeste, siendo los ojos semejantes a dos grandes luminarias y el celebro a las nubes.    




Por un lado, al igual que en los géneros artísticos del Vanitas o del Memento Mori, la representación pictórica de la clavera nos recuerda la finitud de la vida humana, la limitación esencial de ser hombre, de que vamos a morir, idea que cierra con ello el paso a la soberbia y a las vías de perdición, restringiendo, pues, tanto la disolución de la vida en los placeres mundanos, como limitando el deseo de poder, actitudes que caracterizan a toda verdadera religiosidad, preservándonos de tal manera las aguas tumultuosas, agitadas y caducas del devenir, carentes de trascendencia metafísica. Símbolo del futilidad de todo lo material, de los placeres y del saber humano, recordatorio del “Vanitas vanitartis et omnia vanitas” del Eclesiastés, la monda calavera nos recuerda así la temporalidad finita de la vida y la inutilidad de la vanidad humana, esa flor que pronto se marchita, ese fruto que pronto se pudre, su finitud en una palabra, que nos enfrente al misterio de la inexistencia y finalmente de la nada, indicando la calavera y el mismo esqueleto entonces un vacío de ser, la igualdad que elimina al sujeto individual, que lo reduce a un montón de huesos desindividualizados, que son de cualquiera por no ser de nadie, por ser una mera estructura ósea del hombre ya sin identidad ni nombre propio.
Por el otro, el decorado colorido de su imagen señala el camino de la verdadera vida, pues a diferencia del mundo inmanentista de la época moderna, profundamente materialista, irreligioso, sin idea de trascendencia o necesidad de ascesis espiritual y sin sentimiento profundo del alma como entidad ontológica,  la imagen de la calavera, a la vez que recuerda nuestra precariedad y limitación como seres mortales, nos invita a la purificación de lo más profundo de nosotros mismos: a romper con los apegos materiales y con la avaricia individualista, enseñándonos que la vida no consiste en las cosas que se tienen, sino en los lugares a donde entramos y que habitamos, donde hacer el bien no se pierde y brota de la eterna fuente el agua inmortal de la memoria, siendo el cráneo entonces semejante a la concha del caracol marino.
La imagen de la calavera abre, así, el ciclo iniciático, siendo la imagen del crisol alquímico, de la muerte corporal, donde el hombre viejo se disuelve y se reduce finalmente a la nada, condición para dejar salir al hombre nuevo o símbolo del reinado del espíritu. Imagen que recuerda al símbolo Quetzalcóatl, al fuego de la serpiente que devora completamente al hombre para transfigurarlo, cubriendo al cuerpo de alas, que es la emplumación del alma, que se vuelve similar a un pájaro (Platón, Fedro). También al horno o atanor alquímico, donde se lleva a cabo la putrefacción final del cuerpo, donde se masera la carne y se disuelve finalmente el deseo equívoco del errar o el error. En su valencia de crisol, la calavera representa entonces la perfección espiritual: la muerte total, la reducción a la nada y destrucción del alma inferior, que equivale a una limpieza o purificación, abriendo el camino a la trasmutación de la vida más plena del alma superior y del espíritu. Símbolo del espíritu, pues, dislocado de cuerpo y sus pasiones.      

Porque si la muerte a todos los hombres nos iguala, llevándose democráticamente con su afilada guadaña igual a ricos que a pobres, a niños que a ancianos, a güeros que a morenos, también es cierto que la calavera y el esqueleto son símbolos de cambio y regeneración. En la carta número XIII del Tarot figura, sin nombre alguno, bajo la forma del esqueleto cuya cabeza en forma de media luna mete su guadaña en el campo rebanando lo mismo hierbas secas que cabezas humanas. Arcano mayor que nos indica la fuerza regresiva de la noche que llega para cortar todo lo malo y dejar salir lo bueno, indicando con ello un cambio violento y repentino o el fin de un ciclo que abre otro mejor. Inicio o principio de un cambio interno radical, inesperado y positivo. Símbolo de trasmutación, de transformación o renovación y de limpieza profundo que nos invita entonces  romper con nuestros malos hábitos, a dejar atrás en el pasado los falsos apegos y los afectos malsanos, estando por ello asociado al fin del invierno y al inicio de la primavera, al surgimiento de nueva florescencia y a las nuevas ideas. Aviso, pues, de una profunda regeneración interior a cuyo cambio no debemos resistir, la muerte indica entonces el paso de la noche oscura del alma y de las aguas pútridas del estancamiento y su actitud de duelo hacia una actitud positiva del espíritu y de mejora de la autoestima, en un proceso de iniciación, pues, que nos invita a la simplificación del núcleo más íntimo de la persona.






[1] In Memeoriam, obra de arte de carácter colectivo, en muestra de reconocimiento a la infatigable labor y trayectoria artística de Tomás Castro Bringas, gran impulsor de las artes en su estado, fue coordinada por Paola Moreno, en la que participan los grabadores: Alán Altamirano, Alexy Lanza, Antonio Valverde, Candelario Vázquez, Carlos Nájera, Cristina Saharrea, Cuauhtémoc Contreras, Daniel Tectli Morales, Edgar López, Eduardo Juárez, Elisa Suárez, Francisco Plancarte, Hermenegildo Martínez, Israel Torres, Jesús G. de la Barrera, Jesús Ramos, Leopoldo Morales Praxedis, Mizraim Cárdenas, Pedro López Recéndez, Rebeca Moreno, René Arceo, Roberto Martínez y del propio Tomás Bringas, con un texto introductorio de Alberto Espinosa Orozco. La exposición de los grabados tomó el nombre Mictlán: Homenaje a Tomás Castro Bringas y se inauguró el 18 de octubre del 2016 en el Museo Palacio de los Gurza de la Ciudad de Durango, dentro de las actividades del Festival Revueltas 2016.  







Las Brujas con sus Escobas Por Alberto Espinosa Orozco

Las Brujas con sus Escobas
Por Alberto Espinosa Orozco





Las brujas con sus escobas
han barrido la esperanza
-el alacrán sin tardanza
va caminando de panza
haciendo suyas las lomas
de la tierra devastada.

Pocos quedan vigilantes
en la noche recogida
a que con el nuevo día
los alacranes claudiquen
y las brujas despanzurradas
sean el botín de la nada
y nazca nueva esperanza
-o nos cargue la tiznada.


domingo, 23 de octubre de 2016

Soñar un sueño imposible Por Eduardo Simental

Soñar un sueño imposible
Por Eduardo Simental

Portar el dolor de las partidas
arder de una intensa fiebre
partir hacia donde nadie va

amar incluso demasiado incluso mal
intentarlo sin fuerza y sin armadura para alcanzar
la estrella inalcanzable
tal es mi búsqueda, seguir la estrella
poco importa mis posibilidades poco importa el tiempo
o mi desesperación de perderlo todo

y entonces aún pelear, sin preguntas ni tregua
condenarme por el oro de una palabra de amor
yo no se si iré tal lejos, pero mi corazón estará tranquilo

porque una humilde mujer arde aún
aun habiéndolo quemado todo, arde fuerte
incluso demasiado, incluso mal,

hasta desgarrarse a si misma
solo por atender la obsesión
de alcanzar la estrella inalcanzable del amor.



martes, 18 de octubre de 2016

Tomás Castro Bringas: el Hilo de Oro Por Alberto Espinosa Orozco

Tomás Castro Bringas: el Hilo de Oro
Por Alberto Espinosa Orozco



I
         El grabador mexicano Tomás Humberto Castro Bringas nació en Santiago Papasquiaro, Durango, el día 7 de marzo del año 1961 y murió el 18 de octubre del año 2015 en la Ciudad de Durango, a los 54 años de edad. Su nombre quedará indisolublemente ligado al resurgimiento del arte del grabado en su región como medio de expresión artística, del que fue su más importante promotor durante décadas, cumpliendo con su empeño de dotar a los durangueños de una memoria grafica, en términos de imágenes potentes para revelar la identidad y el alma colectiva que nos acoge, para decir quiénes somos a través del arte, dando cuenta con ello de los avatares del tiempo no menos que de los escoyos y puentes del horizonte futuro.
         El hombre es un ser de imágenes que gracias a su imaginación preserva y renueva una tradición, actualizando la savia de la vida y haciéndose así heredero de un mundo. Gran impulsor del oficio de grabador en su región geográfica, la personalidad de Tomás Bringas se dilata así más allá de su tiempo, por haber dejado un cimiento firme y un nota profunda coronada de alegría en la preparación del desarrollo futuro de la estampa en su localidad, pudiéndose considerar su obra y su tarea, a la vez, como uno de los más granados logros distintivos de su patria chica.
         El ser humano se mueve entre dos dimensiones coordinadas, a las que se asimila y de las que forma parte: son los lugares y las fechas. Fechas en las que estamos, como en una nave que circunda el circular río del tiempo y espacios en los que entramos, como en una casa, para componer el paisaje interior. Entre ambas hay una tercera fuerza, en cierto modo autónoma, en la que entramos como en un lugar y en la que estamos como en el tiempo: esa tercera cosa es la memoria, materia toda de la cultura y de la educación. El arte es la forma didáctica más alta del cultivo de la memoria, invocada por el hechizo de la imaginación y de la fantasía creadora. Porque el hombre es un árbol de imágenes y de pensamientos, cuyas raíces penetran profundamente en el cielo hasta tocar a las estrellas, para luego volver al hombre y saciar su sed de sentido y de pertenencia, para activar también las mociones del querer y de la voluntad en actos que son obras que son frutos.
         Tarea de abrir las ventanas de la imaginación a sus contemporáneos fue la de Tomás Castro Bringas quien, como opimo fruto de su región, volvió sus pasos a su patria chica para abrir los surcos de la tierra y sembrar sus semillas de memoria y conformar la silueta de un paisaje que ya muestra sus deslumbrantes oros y lozanas verduras en el horizonte futuro. Porque Tomás C. Bringas se distinguió por el amor a su oficio de grabador, que él interpretó básicamente como un servicio a su comunidad nativa, trasmitiendo de tal suerte a sus contemporáneos y a las nuevas generaciones los secretos de esa misteriosa alquimia hecha de traslúcidos espejos minerales y multiplicadas chispas de la vida, semillas cuyos renovados brotes constituyen hoy en día ya la floración futura. 



II
         Tomás Castro Bringas, nativo de Santiago Papasquiaro, estudió grabado, pintura y escultura en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la UJED, realizando posteriormente la carrera de Artes Gráficas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, antigua Academia de San Carlos, de 1980 a 1984, donde se tituló como licenciado, cursando en ella posteriormente numerosos diplomados. De regreso a Durango aplicó los radios expansivos de sus conocimientos en la enseñanza, promoción y difusión de la cultura regional, teniendo siempre como eje el amor por la disciplina de la estampa.
   Trabajando para la Universidad Juárez del Estado de Durango, de 1984 a 1990,  innovó el diseño editorial, debiendo esta rama de las artes en su región parte su elevada profesionalización y más alta calidad. Trabajó primero en el taller editorial del patio trasero del Edificio Central de la UJED, trasladándose posteriormente al Taller de Experimentación Grafica, en los altos de un antiguo hotel de la calle Juárez, ocupando varios salones, cerca del Callejón de las Mariposas, teniendo a Nuria Montoya como su asistente. Tomás Bringas se dedicó entonces a la purificación y plurificación de las técnicas de la estampa, incursionando en el grabado, la serigrafía y la encuadernación, pero también en el laboratorio de fotografía. Realizó para la UJED por ese tiempo infinidad de trabajos editoriales, desde tarjetas de presentación y viñetas a libros, pasando por folletos, cuadernillos, posters, carteles, marmotas, publicidad en general, invitaciones y hojas volantes. Luchando contra viento y marea llevó a la luz una serie de revistas: entre otras, la Revista Transición, junto con Mauricio Yen, hecha con rollos de papel revolución; además de una serie de revistas experimentales y literarias, como El Coyote, El Ciervo Volador y La Fuente, editando simultáneamente libros de los principales escritores regionales, como Socorro Soto, Juan Emigdio Pérez y Oscar Jiménez Luna.
         Durante treinta años de labor ininterrumpida fundo innumerables talleres de estampa, trasmitiendo los valores de la imaginación y la hechura asociados a la maestría del oficio: desde el Taller de Grabadores Mexicanos en el Desierto de los Leones, en compañía de su coterráneo oriundo de Santiago Papasquiaro, José Luis Corral, hasta el Taller de Grabado “El Perro Bravo”, que tuvo variadas y disímbolas sedes, pasando por el Mexican Print Making Work Schop en Chicago, con los artistas mexicanos René Arceo y Nicolás Tesas, y el Taller Municipal de Grabado del IMAC, cuando fue dirigido por el novelista Jesús Alvarado, entre 2010 y 2013, época ésta última de gran desarrollo, organizando más de 18 exposiciones, entre individuales y colectivas, formando a más de 30 alumnos en el conocimiento y práctica del grabado. Como prueba de su labor quedan en la memoria decenas de exposiciones por él organizadas y un conjunto notable de carpetas de grabado, así como el registro de su enseñanza de diversas técnicas de grabado, en cursos intensivos de trabajo, que iban desde el frotamiento con cuchara y la xilografía en hueso de aguacate, hasta las más refinados métodos de impresión litográfica de estampación en seco y con placas fotosensibles. Fatigas a las que hay que sumar  pláticas y conferencias, donde se ocupó de difundir sus hallazgos en los métodos aplicados de la impresión sobre materiales comercializables, lo mismo que en ahondar en la mexicanidad descrita por el arte de José Guadalupe Posada o de Manuel Manilla.





III
         La docencia y la enseñanza fue así parte sustantiva de su labor, inseparable de su trabajo en los talleres, concibiendo el magisterio de manera tradicional, como la relación íntima entre maestro y aprendiz del oficio, partiendo de la evidencia empírica de que se aprende a hacer junto con quien ya sabe hacerlo. Impartió así sus conocimientos en el Centro Femenil de Rehabilitación Social en Tepepan, Xochimilco; en la Universidad José Vasconcelos de la Ciudad de Durango; llegando a ser académico en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la UJED, impartiendo las cátedras de Medios Audiovisuales, Escultura y Fotografía. Porque su pasión por el arte la estampa no fue sino la cara  anversa de la moneda, en cuyo reverso latió siempre vivamente la pasión por trabajar con los jóvenes; el cíngulo que unía ambas labores no era otro que el canto de la generosidad, el afán de generar, propio del eros pedagógico, motivando su amor por enseñanza por el poder trasmitir a otros los conocimiento adquiridos y los valores más arraigados de nuestra tradición, preservando con ello toda una cosmovisión.
         Artista completo, Tomás Bringas fue, además de maestro, impresor y editor, un singular inventor, pues diseñó y confeccionó maquinaria alternativa para la estampa, sirviéndose de gatos hidráulicos y otras herramientas para crear módicos tórculos y rudimentarias prensas de estampación. Su labor como investigador nos sumerge en un dilatado universo, en cierto modo inabarcable, que soñó bajo la forma de un fabuloso diccionario de la mexicanidad, donde daba cuenta de la profunda cosmovisión y de nosotros mismos, en una abierta tarea de reivindicación de los valores más hondos que nos constituyen como pueblo. Exploración incesante, en la que descubrió un mundo entero de nuevas posibilidades, empleando materiales inéditos y recursos inusitados, como el uso de telas, de madera tallada, de papeles hechos a mano, como confirma su tesis de grado publicada en 1984 por CONACULTA: Manual de Gráfica Contemporánea. Taller Experimentación Editorial.
         Es menos conocida su faceta como escultor, disciplina en la que sin embargo intervino con sobrado talento. Son suyas la copia de la máscara mortuoria de Francisco Villa que se encuentra en el Museo 450 (IMAC), la escultura del “Cristo Maestro”, en la pirámide que se encuentra en la vieja carreta a Mazatlán, “El Quijote de la Mancha”, que decora la entrada a la Biblioteca de la UJED, el “San Francisco de Asís” que adorna el ITD –sin contar con las obras en colecciones particulares. Dentro de esta misma disciplina artística pueden considerarse los hermosos marcos ornamentados, de gran formato, realizados en el año de 2002 para complementar la obra del artista Manuel Piñón Alamillo.




IV
         Sus dotes como organizador fueron puestos muchas veces a prueba en trabajos que requieren esfuerzos colectivos. Labor de conjunto en la que operaba naturalmente como gran orquestador, introduciendo métodos revolucionarios de trabajo, potentes para “salirle a toro”, para no detenerse, pese a las dificultades materiales, y seguir adelante. Caminado al paso, al son que le tocaran, implementando incluso viejas prácticas como el trueque de mercancías, el maestro Bringas supo incorporar a sus trabajos los recursos de la cultura local propia, poniendo en actividad a una serie de artesanos, como pirograbadores, encuadernadores y talladores de madera. Así, sus carpetas de grabado y libros objeto, 100% artesanales, desarrollaron el concepto más acabado de lo “originario” que hay en la resistente cultura durangueña, entrañando en sí mismos el valor de una mundo imaginario, inequívocamente propio, donde se deposita, refractariamente, el alma de todo un pueblo y el espíritu condensado de una nación. Objetos a la vez escasos, por constar de tirajes reducidos, y de un costo mínimo, lo que da por resultado un concepto disociado y novedoso del “lujo”, pues añade al trabajo cuidadoso del orfebre, que hace al objeto único y digno de coleccionistas, la multiplicación evangélica del pan y de los peces, gracias a los métodos usados por la estampación ceñida estrechamente a los esmerados acabados artesanales.
         Entre sus libros y carpetas de grabado, realizado contando siempre con la colaboración de colegas, alumnos y de su inseparable compañera Paola Moreno, cabe mencionar, entre muchos otros trabajos: Santitos, y Juegos de Lotería, realizados en Chicago, en colaboración con el Mexican Print Making Work Schop, cuya muestra visitó ocho países, obteniendo reconocimientos académicos en Alemania y Japón; Breviario de Neologismos y Arcaísmos (2009); Bestiario de lo Insólito y de lo Inesperado (2010); Diario de Calle, acompañado por un video sobre las tribus urbanas (2011); Las Fibras y las Telas en las Artes Visuales (2011); Entre el Amor y la Costumbre (2013); Crónicas al Servicio de una Causa (2014), y; El Sotol: la Magia del Desierto Líquido (2015).
Su labor como viñetista y grabador se extendió también en múltiples direcciones, desde la ilustración de libros de poesía, como los  Cuentos de Papel de Dodled Meto, a su colaboración para los 100 Años de la Toma de Zacatecas en el 2014, participación que acompañó con la muestra 100 años de la Revolución Mexicana 100/100, presente en el Museo de la Ciudad 450. Obra de toda una vida de esfuerzos individuales y compartidos, de la que da una idea el libro Taller de Grabado “El Perro Bravo”, diseñado por el artista y publicado por CONACULTA e IMAC en el año de 2015, contribuyendo con ello a una especie condensada de historia de las artes gráficas en Durango.
Visión estética del mundo, cuyo gusto por el intenso colorido se alterna con las sombras vagas de la melancolía y de la noche, pero que siempre destaca nuestros valores propios y nuestra peculiar tradición mestiza, a la vez peninsular y rayada de azteca. Estética que más que ruptura es recuperada renovación del gusto y de nuestra visión del mundo, atendiendo siempre a la regeneración de lo que esencialmente somos, sin descartar por ello los registros, muchas veces alarmantes, de los síntomas y signos de decadencia que acosa a nuestra época, que como un fardo de cenizas abrasivas de incontenible erosión espiritual pesan sobre el mundo entero en la edad contemporánea. 
V
El hombre, ser de imágenes, es también el ser que da testimonio de su travesía por la existencia a través de su obra. Tomás C. Bringas nos legó con su obra una singular visión de la cultura propia, hecha de profundos sellos y de poderosas imágenes, de bestiarios y diccionarios, de profundo amor y celo por las tradiciones populares. Su trabajo creció así como un árbol de múltiples brazos poderosos, alimentado por la luz de la verdad y de la belleza,  estampando el colorido radiante de nuestra tierra bajo la sombra bienhechora de la reflexión. Porque la búsqueda en los trabajos y los días del querido artista durangueño fue siempre la de un mundo mejor, más bello, mejor organizado, más fraterno, por lo que hay en sus trabajos algo de auroral y de recreación del mundo.      
Toca ahora reconocer la originalidad de su empresa, de servicio y hondo compromiso social, didáctico, pedagógico, que supo ver en el arte del grabado las inmensas posibilidades que guarda como medio alternativo de expresión individual y colectiva. Obrero de la cultura, misionero del arte, su vasta labor de productor y pedagógica sólo puede explicarse por el impulso y la potencia de su espíritu. Espíritu robusto adornado con las prendas de la generosidad y la sonrisa, dotado de una inacabable energía, afable y desenfadada, adornada por el detalle y ternura de la fraternidad.
         Sus días han quedado así cifrados en su obra como un hilo dorado que por la magia de su buril recorrió las arterias de memoria, siendo potente para trasmutar las placas de zinc y de cobre en fieles espejos de nuestra identidad colectiva y para suturar las heridas de una tradición aletargada. Hilo áureo que, al dar continuidad a la noble práctica del oficio de grabador, supo imponerse a las condiciones adversas del medio, combatiendo el olvido de nosotros mismos como cultura y como comunidad de fe. Hilos de ideales y de signos visionarios, que combatieron la fatal falta de espíritu de nuestro tiempo y las falacias sordomudas de la vanidad, urdieron simultáneamente el tejido íntimo de una fraternidad mayor donde, por medio de expresiones estéticas articuladores de situaciones de convivencia formativa, se logre preservar el valor de la persona y su independencia creativa, creando las pautas para que tales valores puedan descansar en el seno de una comunidad mejor organizada y verdaderamente libre.     
Hombre sencillo, sin levadura, que se adaptó a las condiciones del medio para servir mejor a su comunidad, que aplicándose a la modesta práctica de su labor trasmitió la moral del oficio, preparando el terreno de la cosecha futura, hallando su contento en que brillaran los otros, abriendo con ello la puerta a la esperanza. Hombre de entrega y sencilla generosidad que se avocó a la tarea de transmitir una tradición viva, mediante una manera de ser, intentando en todo momento su universalización.
Tomás Bringas fue en esencia un espíritu inquieto y alegre, contenido en sí mismo y satisfecho de su labor, quien supo hallar en el disimulado heroísmo de su tarea cotidiana el contentamiento y la plenitud, siendo por completo ajeno al conformismo de la rutina o a la inconformidad y desacuerdo de la enajenación. Hombre a la vez grave y siempre sonriente, dotado de una singular energía paternal, abarcó en la enseñanza a varias generaciones, tocando en sus puntas desde su coterráneo José Luis Corral a su más fiel aprendiz Israel Torres y, más allá aún, pues supo romper con las limitaciones y encadenamientos de las escuelas.
A un año que los trabajos y los días de Tomás Castro Bringas llenaron su cuneta para cerrar la comba de su esfera, toca reconocer la originalidad y el subido mérito de su empresa. Porque las multiplicadas semillas de su labor magisterial son hoy día los brotes que, alimentados por una sabia viva, darán a la vez su fruto a su tiempo. Porque su amor por el arte de la estampa fue siempre también el amor por la luz y por la matriz celeste de donde surgen las estrellas. Porque sus papeles han sido también las plumas de palomas mensajeras, hojas que son ojos visionarios, espejos para ver en el interior de nosotros mismos y mensajes cocinados en el laboratorio mineral del sentimiento, donde circulará, sobre la carne de algodón, la sangre invencible de una raza y el halito imperecedero de su vida.     
Durango, Durango

20 de septiembre de 2016