domingo, 15 de marzo de 2015

Ah, Padre Celeste Por Alberto Espinosa Orozco

Ah, Padre Celeste
Por Alberto Espinosa Orozco





El Padre celestial mira a sus hijos
hiriendo el templo, sin levantar los ojos
hacia el cielo -sin advertir que el tiempo,
igual que el agua que se filtra en la cisterna,
que se ha vaciado y que se seca, se ha quedado
con las horas rebajadas sin minutos, adelgazando
los segundos; que las horas se van llevadas
deshojadas, en torbellino, por el viento
que levanta entre confusos recuerdos la hojarasca;
como la piedra que cae al pozo mudo
y que en el eco de la caída reverbera.

Como la gota de agua que cae en el estanque
y expande sus ondas hasta besar la orilla;
como la idea que a sí misma se refleja
en el espejo de la conciencia que se mira
en su cóncava esfera para mirar el brillo
chisporroteante de sus poliédricas facetas;
como la sal que el mar disuelve y luego arroja
para secar entre sus labios las orillas;
como las hojas desprendidas, una y otra,
hasta cubrir en el otoño el prado de hojarasca:
la palabra de la sílaba certera cae de arriba
tornasolándose de añil y de granada,
sobredorada y de argento coronada
-sin encontrar abajo, en los oídos, resonancia.

Modula, sin embargo, con su vibrar
al sordo tiempo, haciendo temblar entero
el cuerpo de los días, en los que a cada hora
los cuerpos se entrecruzan o entremezclan
-aferrándose, por un instante, unos a otros, en la caída,
sin oír el murmullo en el rodar del agua transparente
de la vida, sin saber la sal del sol
que enciende los sabores, sin leer en la hoja escrita
que cantando va bajando hasta habitar el viento.

Los hombres van así, como hechizados,
escuchando el estridente oleaje de otras voces
que dicen siempre una cosa que siempre se reitera,
   retirándose al tartamudear su misteriosa mudez
-que sólo dice que están ensordecidos, que no se oye
esa voz al interior de sus murallas, que dentro
de sus diques  reina sólo la sombra y el salitre;
que sus exclusas se han cerrado para tragar entero,
entre el vaho, el río de las arenas movedizas
entremezcladas torpemente con el barro.  






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