lunes, 25 de agosto de 2014

Las Casas Nuevas de Moctezuma y la Casa de los Condes de Calimaya Por Alberto Espinosa Orozco

Las Casas Nuevas de Moctezuma y la Casa de los Condes de Calimaya
Por Alberto Espinosa Orozco







I
   Advierte Guillermo Tovar y de Teresa que en la Segunda Carta de Relación Hernán Cortés realiza una gran descripción de la ciudad antigua, uno de los relatos más valiosos de todos los tiempos de la deslumbrante visión de la ciudad con sus canales, calzadas, templos, mercados y plazas. Aunque Cortés admiraba el arte indígena fue sin embargo impotente para detener la orden Metropolitana de de demoler todos los edificios de la capital del imperio azteca de México Tenochtitlan, descrita por el mismo Motolinía como una séptima plaga: “… la séptima plaga fue la edificación de la gran ciudad de México, en la cual andaba más gente que en la construcción el templo de Jerusalén… a unos les caían las vigas, otros caían de lo alto, a otros tomaban los edificios que deshacían en una parte para rehacerlos en otra, en especial cuando deshicieron lo templos principales del demonio. Allí murieron muchos indios...…”
   En la primera mitad del Siglo XVI la Ciudad de México convivían las casas de los señores indígenas, aún en pie, de muy hermosas estancias, aposentos y jardines arriba y abajo, maravillosas de ver, con las residencias de los conquistadores españoles, labradas de cal y canto, por más de 400 casas principales, que no tenía mejores ni más grades ninguna ciudad de España. La ciudad inmediata a la conquista fue descrita por Francisco Cervantes de Salazar en 1554 poblada de soldados, comerciantes y artesanos que de pronto se habían convertido en grandes señores, no siendo el Palacio de Cortés un palacio, sino otra ciudad. Todas esas casas se quemaron en el incendio de 1636.
   Las iglesias de Santo Domingo, de 1553, hundida y arruinada en 1735, la de San Agustín de 1541, octava maravilla del mundo a decir de Cervantes de Salazar, reconstruida varias veces e incendiada en 1676, el Convento de la Concepción, reedificado en 1580 con un retablo de Pedro Requena, esculturas de Huejotzingo y pinturas del sevillano Juan Gómez; y la Catedral Metropolitana, la cual por razones del Concilio de Trento aducidas por el obispo y virrey Pedro Moya de Contreras fue reconstruida en 1584 en estilo clasicista por el arquitecto Martín Casillas, oficiales mayores e indios de Texcoco, Tlaltelolco y México, fue demolida en 1626, cuando ya se encontraba la nueva Catedral, comenzada en 1573 y terminada con las cúpulas y balaustradas de Manuel Tolsá en 1813, y las casas antiguas de los conquistadores, se construían con materiales de la cuidad antigua. Todo fue destruido o modificado en menos de 30 años pues, como explica Guillermo Tovar de Teresa, la ciudad, limitada por su condición lacustre, tuvo que devorarse a sí misma para poder crecer y se demolían casas e iglesias para construir otras año con año.
   La ciudad de México era entonces un hervidero de artistas y cenáculos, pues para el último tercio del Siglo XVI calcula Don Guillermo Tovar de Teresa en no menos de mil el número de arquitectos, pintores, escultores, canteros, plateros, ensambladores y doradores residentes en la capital de la Nueva España.  


II
   Sobre la casa de Moctezuma se construyó un edificio a manera de castillo feudal, propiedad de Hernán Cortez, de amplios corredores adornados con columnas redondas como recomienda Vitrubio, el cual fue vendido por su hijo al virrey de la corona Marques de Falces en 1563, pasando a ser el Palacio de los Virreyes  -siendo adornado por el pintor Simón de Pereyns a la manera de los palacios renacentistas italianos y con un retablo de Alonso Vásquez, de los que no quedo nada.[1]
   Para inicios del Siglo XVII continuaba el fervor constructivo haciéndose cada día muchos edificios y muy buenas y grandes y fuertes casas y muchas iglesias y monasterios y hospitales, siendo la ciudad orgullo de los novohispanos, famosa por sus casas, por sus calles, caballos y creaturas, estando México en la cumbre mayor que vieron los pasados y presentes, ardiendo en llamas de belleza como el fénix renovado, al decir de Balbuena, quien exclama:

“¿Qué es ir sobre las nubes ir volando
Con bellos lazos las techumbres de oro
De ricos templos que se van labrando!”

   Bella ciudad y primor del mundo, cuyo pueblo cortesano de ilustre soberano es templo de beldad y alma del gusto, cuya traza peregrina de grandeza ilustre es cielo de la tierra. De tal augusto pueblo de indias del mundo dirá el baciller Arias de Villalobos en 1621:

Enigma
Ya no se ensalzarán los efesinos
Con el gran templo que abrazó Erostrato.
Cuando los templos bellos y divinos,
Al mirar lleguen, de esta Corte, un rato;
Los artesanos ricos, peregrinos.
Donde el oro macizo es más barato
Que el mazón y el artificio que en la cumbre
Labró un ensamblador por la techumbre.

   Hermosa ciudad fue la de México, con calles de agua a las que sólo se podrían oponer las de Venecia, siendo la más importante de todo el Nuevo Mundo, admirada por Europa y espanto a la vez que primor del mundo nuevo.   


III
  La suntuosa residencia colonial conocida como el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya es obra del arquitecto Francisco Guerrero y Torres, quien comenzó su redificación en 1777, y  terminada en 1780. Se trata del mismo arquitecto autor de la Capilla del Posito en la Villa de Guadalupe y del magnífico Palacio de los Condes de Jaral de Berrio. Fue mandado construir como casa solariega por el Adelantado de Filipinas, Conde de Santiago de Calimaya Don Francisco Altamirano Velazco en el Siglo XVII (aunque algunos autores señalan a Ignacio Leonel Gómez de Cervantes y a su hijo José María Cervantes), sobre la antigua construcción con una portada de tezonte, característica de la época, siendo un ejemplo de la arquitectura barroca mexicana.
   Para aclarar cualquier equívoco sobre los nombres de los Condes no queda sino recurrir al expediente genealógico de la familia, que es el siguiente: el VIII conde de Santiago de Calimaya fue Don Juan Lorenzo Gutiérrez Arellano de Velasco y Urrutia de Vergara (1733-1793), a la sazón VIII marqués de Salinas del Río Pisuerga y III Marqués de Salvatierra de Peralta. Casó con doña Bárbara de Ovando y Rivadeneyra. Fueron padres de: María Josefa Isabel Arellano de Velasco Ovando y Rivadeneyra (1763), IX condesa de Santiago de Calimaya, IX marquesa de Salin as del Río Pisuerga, IV Marquesa de Salvatierra de Peralta. Murió soltera y sin descendencia por lo que le sucedió su hermana Doña Ana María Jerónima Arellano de Velasco y Ovando (1766), X Condesa de Santiago de Calimaya, X Marquesa de Salinas del Río Pisuerga, V Marquesa de Salvatierra de Peralta. Casó con don Ignacio Leonel Gómez de Cervantes y Padilla, de la familia de los marqueses de Santa Fe de Guardiola, quienes fueron padres de: Juan María Gómez de Cervantes y Altamirano de Velasco, XI Conde de Santiago de Calimaya –quien fue quien mandó reconstruir el Antiguo Palacio.
   Posteriormente Miguel Gómez de Cervantes y Velasco, casó con doña Joaquina Estanillo; Rafael Gómez de Cervantes y Velasco, casó con doña Manuela Ozta y de la Cotera. Don Juan María Gómez de Cervantes y Altamirano de Velasco, XI Conde de Santiago de Calimaya y XI marqués de Salinas del Río Pisuerga, quien casó con doña Mariana de Michaus y Orozquieta (1787-1811), quienes fueron padres de: Don Juan José Gómez de Cervantes y Michaus (1810-1874), XII Conde de Santiago de Calimaya, XII Marqués de Salinas del Río Pisuerga casó con doña Amanda Pliego y González. El título de XIV y último Conde de Calimaya recayó sobre Fernando Coronado Ayestalón, XIII Conde de Salinas del Río Pisurga.



   Pero mejor volvamos al Antiguo Palacio, que databa de 1536, uno de los primeros de la Nueva España, el cual fue mandado edificar por Juan Gutiérrez Altamirano (1490-1550), antiguo gobernador de Cuba (1524), el cual fue llamado por Hernán Cortés en 1527 nombrándolo Corregidor de Texcoco y Veedor del personal del conquistador.  El solar le fue dado al veedor en 1531 por Hernán Cortez, ya que Juan Gutiérrez de Altamirano, a más de ser pariente suyo, caso con la prima del conquistador, Juana Pizarro de Altamirano. El solar no le fue mercedado a título de conquistador, sino de vecino, tardando 5 años en levantar el Palacio con la ayuda del cantero y maestro de obra Bartolomé Coronado, ubicándose en la antigua Plazoleta de Jesús, frente al Hospital de Jesús. La familia Gutiérrez Altamirano obtuvo en 1558 el mayorazgo y luego condado de Calimaya, Metepec y Tepenmejalco, en el Estado de México, debiéndose a la primera encomienda el posterior título de los condes.     
   Su nieto, llamado también Juan Gutiérrez de Altamirano (1560) caso a su vez con María de Irico de Velasco, hija del segundo Virrey de la Nueva España, el prudentísimo tutor Don Luis de Velasco y Mendoza (1534-1617) Su hijo  Fernando Altamirano e Irico Velasco y Castilla (1589-1657), quien fue corregidor de México y Capitán General de Guatemala, además de Presidente de la Gran Audiencia, casó a su vez con María de Velasco e Ibarra heredando el Palacio Antiguo así como el condado de Calimaya. Fue también el primer Conde de Santiago de Calimaya, título concedido por Felipe III el 6 de diciembre de 1616.



   La sangre de Don Luis de Velasco y Mendoza difícilmente podía ser más linajuda, pues estaba emparentado con los Marqueses de Lara, con los Condes de Monterrey y Castañeda y La familia real de Castilla. Además de su relación sanguínea con la ilustre casa de Velasco y a los Marqueses del Pico de Velasco, estaba vinculado al Señorío de Cervera, por vía del Rey Juan II de Castilla y su esposa Juana Carrillo; a los Condes de Haro, a los Duques de Frías, al Condestable de Castilla y al Mayorazgo del Río Pisurga. La rama de los Condes de Calimaya corresponde al tronco de los Condes de la Siruela –es decir, se encontraban en el ombligo mismo de las 25 casas más nobles, importantes y antiguas de España, la que a fin de cuentas entrelazó en su heráldica tres poderosas casas: la de Velasco, la de Mendoza y la de Altamirano –como quedó estampado en un altorrelieve en cantera de 1683, mandado hacer por el Conde Francisco Alberto,  que aún se conserva en la Casa de los Condes de Calimaya de la Ciudad de México.



IV
   La reconstrucción o reedificación del Antiguo Palacio fue llevada a cabo por mandato de Juan Leonel de Altamirano y Urrueta (1733-1739) y su esposa Doña Bárbara de Ovando y Rivadeneira; participando en la empresa su nieto José María Cervantes de Altamirano, quien había casado Doña Mariana de Michaus (1787-1811), heredando con ello el Marquesado de los Salinas y la Orden de Carlos III. La obra fue llevada a cabo, como repito, por el prestigioso arquitecto Francisco Antonio de Guerrero y Torres –a la sazón Maestro Mayor del Real Palacio Virreinal, cargo que ocuparon también otros grandes artistas novohispanos, como Claudio de Arciniegas, Diego de Aguilera, Juan Gómez de Trasmonte, Cristóbal de Medina Vargas Machua, Lorenzo Rodríguez, etc.  El costo de la reedificación ascendió a los 55 mil pesos, sobre el mismo terreno del Antiguo Palacio de 48 varas de frente por 67 varas de fondo (a razón de 83.9 cts. por vara). Para darse una idea de la grandeza del Antiguo Palacio el nuevo edifico reusó las antiguas barandas y herraje, las cuales pesaban 2 mil 867 Kgs. Luego de 200 años la finca aquella era una ruina, como atestiguaron en sus informes de 1765 los arquitectos Cayetano de Sigüenza (artífice de la catedral de Santa Prisca, en Taxco) y Lorenzo Rodríguez (autor de Sagrario Metropolitano). La finca había sobrevivido a dos inundaciones (a la de 1552, a la peste de 1555; y a la de 1629, que anegó a la ciudad por 5 años, sucediéndose el Motín Guadalupano de Juan Pérez de la Cerna).



   El Antiguo Palacio se comenzó a construir en 1531 y dilató su erección 5 años, cuando la ciudad de Tenochtitlán, conquistada, estaba desbaratada y era en gran parte inhabitable, situándose sobre uno de los tres ejes que cortaban la ciudad, el de Iztapalapa al sur (siendo los otros dos los de Tlacopan al poniente y el de Tepeyac al norte, quedando al oriente el lago de Texcoco). Se encuentra apostada en los terrenos llamados las Casas Nuevas de Moctezuma, las cuales se había adjudicado para sí Hernán Cortés, junto con las llamadas Casas Viejas de Moctezuma, que eran las Casas de Atzayácatl, que por su enormidad fueron adjudicadas como palacio del nuevo gobierno y donde estuvo el Ayuntamiento y la editorial e imprenta. Cuando en 1566 regresó a México el hijo del conquistador, Martín Cortes, Marques del Valle de Oaxaca, tuvo que vender las Casas Nuevas a la Corona, conservando el nombre de Casas del Marques, las cuales se convirtieron en un centro comercial llamado la Alcaicería (la etimología del término no es clara, si bien se atribuye al hecho de que el emperador Justiniano concedió el derecho al comercio de la seda a los pueblos árabes, conociéndose al emperador entre los árabes como qaysar (Caesar = césar), evolucionando la palabra hasta Al-qaysar y de ahí a Alcaicería o Alcacería), sobre cuyo territorio se construyó luego el Palacio Nacional, aledaño a la Casa  de los Condes de Santiago de Calimaya.  



V
   El solar se encuentra cerca de lo que fue el Templo Mayor, levantándose la finca cuando todavía existía aquel en pie, el cual se conservó hasta el año de 1530, como recuerda Motolinía quien dice: “Tenía el Teocalli de México, según me han dicho algunos que lo vieron, más de 100 gradas, yo bien las vi y las conté, más de una vez más no me acuerdo”. Templo del demonio lo llama Motolinía, cerca del cual se construyó la capilla de San Francisco de México, aventajando al Teocalli en altura, desde la que se podía contemplar todo México y los pueblos vecinos –templo que era como el de Cholula, con su soberbia capilla de San José de los Naturales, que fue reedificado tres veces y del que hoy en día no queda ni un ladrillo.











Sirena de dos colas, del famoso manuscrito de la Biblioteca del Vaticano 
‘Das Tierbuch des Petrus Candidus‘ de 1460

   La Casa de los Condes de Santiago de Climaya, comprada por el Departameneto del Distrito federal en 1960, inaugurada por el presidente Adolfo López Mateos y el jefe del Departamento del Distrito Federal Ernesto Uruchirtu en 1964, y que hoy en día es el Museo de la Ciudad de México, ostenta en el patio central la famosa fuente barroca semicircular en cuyo respaldo en forma de concha sobresale la escultura de la graciosa sirena de dos colas tocando la guitarra. En la esquina sur exterior, en lo  que actualmente conforman las calles de José María Pino Suárez y República de El Salvador, se encuentra la archiconocida serpiente tallada en basalto durante la época mexica. La escultura indígena de la cabeza de serpiente, que permanece firme al paso del tiempo y que fuera reutilizada como elemento decorativo, formó parte del Coatepantli del Templo Mayor de los aztecas. En el interior del palacio se encuentran también otras esculturas prehispánicas: dos asombrosos perros labrados en piedra a los costados de la escalera imperial, y una maravillosa escultura prehispánica, de la que hablaremos en capítulo aparte. 















V
   Por último, imposible omitir que en la Casa de los Condes de Calimaya se encuentra el estudio de Joaquín Clausell Traconis,  único pintor mexicano impresionista (1866 en San Francisco de Campeche, 1935 en Zempoala). Dueño del palacete del siglo XVII por conducto de su matrimonio con Ángela Cervantes, descendiente los Condes de Santiago de Calimaya,  a principios de los 20´s Joaquín Clausell mandó construir en la azotea una habitación para establecer su estudio y centro de reunión bohemio, abriendo ese espacio de 14 x 6 x 4 metros, con mil ventanas, pues sus paredes están pintadas al óleo, contando con 1 300 figuras que remiten a los muros de algunas iglesias, a ex votos o retablos, habiendo también retratos de familiares y de sí mismo (y hasta del presidente Plutarco Elías Calles), de Cristos crucificados, de ángeles y animales como ratas, toros, caballos y leones, marinas y paisajes de Xochimilco, Tlalpan, Popocatéptl e Iztaccíhuatl, más seres mitológicos y discretos desnudos femeninos.



   Clausell estudió ingeniería y leyes, titulándose como abogado en 1896. Se dedicó primero a la caricatura política y al periodismo, colaborando desde 1886 con El hijo del Ahuizote, Diario del Hogar y El Universal. Dirigió el periódico, del que era co-propietario, El Demócrata (1893) –estando su escritorio y ejemplares del diario en la Casa de los Condes, en el cubo de la escalera. Viaja a París y conoce a Camille Pissarro y traba amistad con el novelista naturalista Émile Zola. Estudia posteriormente en México pintura con Gerardo Murillo, el Dr. Atl, entregándose ya de lleno a la pintura a los 35 años. Murió en un accidente en las Lagunas de Zempoala, el 28 de noviembre del año de 1935.












[1] El primer edificio del Ayuntamiento  fue construido por las autoridades españolas entre 1526 y 1532, en seis solares dados por el cabildo en el costado sur de lo que fue el tecpan de Motecuhzoma Xocoyotzin –en la  esquina de la antigua calle de La Monterilla, y la Plaza Mayor. El 8 de junio de 1692 durante el famoso Motín de la Ciudad de México, el edificio fue parcialmente quemado por indígenas enfurecidos, que protestaron de dicha forma por la especulación en el precio del maíz. En este episodio Carlos de Sigüenza y Góngora infructuosamente intentó rescatar de las llamas el archivo histórico de la ciudad. El edificio fue reconstruido hacia 1714, concluyéndose en 1722 con los portales y en con 1724 el resto del edificio, siendo virrey el Marqués de Casafuerte.


Apéndices en Reconstrucción



I   
   Hay que aclarar que muy cerca del Palacio de los Condes de Calimaya, a unas 5 o 6 cuadras (según nos advierte una residente metropolitana), se encuentra Museo de las Culturas, en la calle de Moneda 13, en donde, por virtud de las excavaciones arqueológicas del 2008, se hizo un gran descubrimiento: las ruinas subterráneas del palacio que fue habitado por el emperador Moctezuma, encontrando restos de un muro y partes de un piso de grandes lajas irregulares de basalto negro que tuvo por suelo, y sobre las cuales se construyó el museo, que corresponden al Salón Oscuro de Moctezuma: una casa negra; un cuarto sin ventanas y pintado de negro".



   Las ruinas subterráneas del Palacio que fue habitado por el emperador Moctezuma tienen el piso de basalto y forma parte de la Casa Denegrida, que los conquistadores españoles describieron como un cuarto sin ventanas pintado de negro en el que el último emperador azteca reflexionaba sobre las visiones que le comunicaban sus videntes y chamanes oficiales. En efecto, el sitio sobre el que se construyó el Palacio la antigua Casa de Moneda, hoy Museo Nacional de las Culturas, corresponde en parte a lo que fuera antes el terreno del Palacio de Moctezuma, conocido como las Casas Nuevas -para diferenciarlas de los palacios reales de sus antepasados.
   El palacio del antiguo emperador de los aztecas Moctezuma, desde donde dirigía el imperio azteca y despachaba durante su mandato (1502 a 1520), estaba constituido por cinco inmuebles interconectados, que albergan la oficina del emperador, los recintos de varias esposas y numerosos hijos, más un zoológico. Las Casas Nuevas, junto con cientos de casas reales aztecas, fueron arrasadas por los españoles, construyeron la nueva ciudad sobre sus ruinas. Al parecer el grandioso palacio conocido como la Casas Nuevas de Moctezuma, serie de grandes casas interconectadas, ocupó originalmente una gran zona, donde se encuentran 4 grandes museos con restos de aquella memoria precolombina. Para darse una idea de su inmensidad hay que considerar lo que va de lo que es hoy el Palacio Nacional, que también puede considerarse un museo; La Casa de los Condes de Calimaya (Museo Nacional de la Ciudad de México); en edificio del Antiguo Arzobispado, que es hoy el Museo de Arte de la SHCP, y; el Museo Nacional de las Culturas, que fuera la antigua Casa de Moneda. 
  Las Casas Nuevas de Moctezuma abarcaban así lo que fuera la primera Casa de Moneda de.América Latina en el Siglo XVI, en la que recientemente se ha descubierto la pared de la primera fachada del edificio, erigido con materiales prehispánicos sobrantes de las antiguas construcciones mesoamericanas. En efecto, el edificio para la fábrica de fundición y acuñamiento de moneda se construyó sobre el terreno correspondiente a la fracción nororiente de las “Casas Nuevas de Moctezuma”. La calle de Moneda, que se encuentra a un lado del Palacio Nacional, recibió durante el siglo XIX ese nombre porque en su número 13 estuvo la antigua Casa de Moneda, donde se acuñó casi todo el metálico que circulaba en la Metrópoli y en la Nueva España.
 El Museo Nacional de la Culturas fue inaugurado en diciembre de 1965, en el palacio histórico del siglo XVIII que gurda celosamente la siguiente memoria: fue Casa de Moneda; Cuartel de guardia de los Supremos Poderes; Ministerio de Hacienda; Suprema Corte de Justicia; bodega de la biblioteca y archivo de la Universidad; Correo; Departamento de Estadística; Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; casa y oficina del ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, y; finalmente antes de convertirse en museo; Sociedad Mexicana de Historia Natural; Oficina impresora de estampillas; Procuraduría; Departamento de Fotografía de la Secretaría de Guerra; local de acuñación en níquel; cuartel de bomberos; Talleres Gráficos de la Nación, y sede de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. El Museo Nacional de las Culturas ocupa el edificio donde nació la exhibición del patrimonio en México y es uno de los cinco museos nacionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). 



II

   Hay que agregar que 20 años atrás, en 1988, cerca del Palacio de Calimaya, debajo del patio del Edificio del Ex-Arzobispado de México, que hoy es el Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (también conocido como Museo del Ex-Arzobispado), ubicado en la Calle de Moneda # 4, esquina con Lic. Primo Verdad, Delegación Cuahutémoc, se encontró una gran piedra azteca labrada, conocida como la Piedra de Moctezuma Ilhuicamina, mejor conocida como el  Cuauhxicalli de Moctezuma I –o también como la Piedra del Arzobispo, que es una rodela en basalto negro con altorrelieves, comparada con la famosa Piedra del Sol y también con la Piedra de Tizoc. Fue encontrada debajo de la fuente del segundo patio: una piedra labrada que se conoce como Temalacatl Cuauhxicalli, la cual fue labra entre 1440 y1469, y que reseña las conquistas de Moctezuma I sobre los pueblos del Valle de México. La pieza se llevó al Museo Nacional de Antropología e Historia para su restauración y exhibición. El Arzobispado se construyó sobre el basamento de la pirámide dedicada a Tezcatlipoca, una de las divinidades más importantes dentro de la religión. Los cimientos del antiguo Arzobispado corresponden así a un templo donde se adoraba al mismísimo enemigo de la humanidad, homologado a Satanás por los primeros frailes franciscanos.Una pieza más que ayuda a armar el difícil rompecabezas mental de superposiciones históricas que guarda celosamente el centro histórico de la Ciudad de México.[2] 
   Hay que agregar aquí que la antigua casa fue comprada originalmente por Fray Juan de Zumárraga en 1530, pensando donarla para el Hospital del Amor de Dios, pero dedicada a sede del Arzobispal por la jerarquía eclesíástica a la muerte del fraile. También que en 1531 tuvo en su interior lugar la famosa escena de Juan Diego y Fray Juan de Zumárraga, en la cual desplegó la milagrosa tilma frente al fraile, con la milagrosa imagen estampada de la Virgen de Guadalupe, escena indeleble en la memoria mexicana que ha sido reproducida en muy variadas y meritorias obras de arte a lo largo del tiempo. 






[2] Esa deidad prehispánica se caracteriza en los códices por un espejo humeante colocado en la sien y otro que le sustituye una pierna. Representa principalmente, el cielo nocturno, el viento y la destrucción"Durante el virreinato, este edificio albergó el poder de la Iglesia en la Nueva España. En ese lugar, tal como lo registró en el siglo XVI el cronista fray Diego Durán, se escuchaban plegarias “entre nubes de copal, ofrendas de flores y sacrificios”, ya que era el sitio en el que se levantaba el templo a Tezcatlipoca: dios “espejo Humeante”, dios “espejo que hace brillar a las cosas” o dios “de lo invisible y no palpable”.Las dos casas particulares que se construyeron sobre aquel templo prehispánico inmediatamente después de ser destruida Tenochtitlan, pertenecieron a dos soldados de Cortés: Martín López y Andrés Núñez. Muy pocos años después, al llegar el primer obispo de México fray Juan de Zumárraga decidió comprarlas en 1530, ampliarlas y construir las primeras casas y cárceles arzobispales, que hasta finales del siglo XVII sirvieron como vivienda para los legos del Arzobispado. Fue hasta 1720 cuando realmente se convirtió en Palacio Arzobispal.Sus instalaciones tomaron su forma actual, luego de que el arquitecto José Miguel de Rivera —quien entre otras cosas participó en la construcción del Santo Desierto de los Leones, en el convento de San Agustín o en las Vizcaínas— las remodelara. Para la segunda mitad del siglo XVIII, el Arzobispado irradiaba un esplendor barroco que destilaba lujo: sus interiores cubiertos de tapices, terciopelos y damascos se aunaban a cerámicas orientales, oros y objetos de cristal que llegaban vía la nao de China. Los ceremoniales y representaciones palaciegas comenzaron a declinar en el siglo XIX.Luego de la Independencia de la Nueva España, el edificio barroco y coronado por los oleajes que decoran sus crestas, comenzó a decaer. Sus columnas estípites, sus patios centrales, fuentes y columnas toscanas presidieron su rol de cárcel —recordemos que ahí murió ahorcado uno de los primeros defensores de las Juntas Novohispanas, Primo de Verdad—, y para 1861, cuando la tensión entre el Estado y la Iglesia estaba en uno de sus puntos más álgidos, se desterró a los arzobispos y todos los bienes de la Iglesia fueron confiscados. En una de sus partes se instaló la fábrica de cigarros La Sultana, y desde 1869 el edificio fue empleado para distintas oficinas del gobierno federal, hasta que en 1931 fue declarado monumento histórico, rescatado de las ruinas y convertido en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.















2 comentarios:

  1. Es un trabajo estupendo
    Pantxike Kontreras

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  2. Esa deidad prehispánica se caracteriza en los códices por un espejo humeante colocado en la sien y otro que le sustituye una pierna. Representa principalmente, el cielo nocturno, el viento y la destrucción"Durante el virreinato, este edificio albergó el poder de la Iglesia en la Nueva España ideandando.es/quienes-eran-los-egipcios/

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