miércoles, 23 de abril de 2014

Apariciones de San Jorge y el Simbolismo del Dragón Por Alberto Espinosa Orozco

Apariciones San Jorge y el Simbolismo del Dragón
Por Alberto Espinosa orozco 

“No hay en la tierra nada que se le parezca;
fue hecho para no sentir miedo jamás.
Hace frente aún a los más arrogantes
y es el rey de todas las fieras.”
Job 41, 34
“Del agua estancada,
esperad veneno.”
William Blake



I.- La Imagen Regional
   En la sala de la Sacristía de Catedral Basílica Menor de Durango, junto a cuatro magníficas pinturas del Redentor de gran formato, se encuentra una bella imagen de San Jorge, patrono de la ciudad. El lienzo, pintado por un artista anónimo del siglo XVIII, fue adquirido en Guadalajara por el obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, quien juró a San Jorge como patrono de la ciudad de Durango  en el año de 1749.  En una de las capillas de la Catedral se encuentra, además de un escudo labrado en cantera que consigna el hecho y al lado derecho de la famosa escultura en estofado de San Jorge niño, una reproducción de la pintura, de fecha reciente y de factura notoriamente menor, pero que añade al dragón una especie de casulla verde olivo que le arrastra hasta el suelo.







   Por su parte la imagen original de San Jorge preservada en la Sacristía de la Catedral Basílica Menor de Durango, a más de dar cuenta del arte de un pintor maduro en pleno dominio de su paleta y de sus formas, da razón también de la gravedad del tema y de su altura espiritual. El cuadro, de características neoclásicas, espejea la juvenil figura del santo enfundado en recia armadura metálica que montado en perlado corcel fustiga al dragón malhechor con tremenda lanza que hiende en la boca del monstruo con la mano derecha, el cual abre las fauces en maligno gesto de aflicción y amenazante, mostrando la caverna interna del hocico y la largura de la lengua retorcidamente aguda cual dardo de fuego en la agonía de los estertores finales.



II.- La Historia Mítica y sus Fuentes
     San Jorge en su lucha contra el dragón encarna históricamente un arquetipo mítico: el del personaje sauróctono (matador de dragones), símbolo del combate divino contra las fuerzas del mal absoluto. Aunque en la antigüedad Jasón y Perseo son los héroes matadores de monstruos por excelencia, no son sino prefiguraciones de los santos sauróctonos o vencedores de la bestia en el cristianismo en enfrentamientos guerreros, entre los que figuran: Armentario en Draguignan; San Agrícola en Aviñón; San Bertrando en Comminges; San Marcial en Burdeos; San Donato en Sisterón; San Marcel en París y San Hilario en Potiers –a los que se debe añadir Santa Martha, quien derrota a la Tarasca mediante el conjuro de un encantamiento.


   La hagiografía (historia de los santos) consigna que venerado desde el siglo IV, la pasión del mártir Jorge fue redactada por vez primera en el siglo V, siendo mencionada en el siglo VI por Gregorio de Tours en El Libro de la Gloria de los Mártires. Posteriormente la historia fue recogida integra en el siglo XIII  por Giacopo la Voraine en La Leyenda Dorada, quien ya avanzada la alta Edad Media la transforma en leyenda, pasando San Jorge de mega mártir a vencedor del dragón (tropaiphoros).
   En efecto, la historia del nacimiento (año 280 en Siria o Capadocia, Turquía) y la pasión de San Jorge, cuyo martirio tuvo lugar en 303 en la Ciudad de Lydda o Diospolis (hoy Lod, Israel), por órdenes de emperador romano Dioclesiano y Maximiano, y cuya lectura fue desaconsejada al pueblo de Dios por el papa Gelasio en año 494, se transforma paulatinamente por intermedio de la imaginación colectiva, empezando a ser representado en el siglo X en Oriente y en el XI en Occidente como héroe sauróctono o matador de dragones –destacándose en la historia el capítulo caballeresco de la fantástica salvación de la hija del rey de Lidia por San Jorge, amenazada por el monstruo en la ciudad de Silena donde robaba y aterrorizaba a la población, asegurando su victoria la prosperidad y estabilidad del país.



   Hijo de padres labradores ricos el joven Jorge recibió una buena instrucción y esmerada educación cristiana y siguiendo los pasos del padre en la milicia sirvió en el ejército romano llegando a ser guardia del palacio de Dioclesiano en la ciudad de Nicomedia quien adopta, a mediados del siglo IV, medidas para eliminar en el ejército de Oriente todo lo referente al cristianismo, publicando un edicto en aquella ciudad ordenando la demolición de las iglesias y la expulsión de los cristianos de todos los cargos administrativos, endureciéndose las represalias y crueldades contra éstos y extendiéndose la persecución al Asia menor. El capitán Jorge, indignado contra la tiranía, defiende públicamente su religión afirmando de viva voz que es la única y verdadera y negándose a rendir culto a los ídolos, defendiendo con valentía la causa de los perseguidos ante el consejo de dignatarios y jefes militares de Dioclesiano y repartiendo sus bienes y dejando en libertad los que a su servicio tenía. Al presentarse ante el emperador declara su convicción de no adorar sino a Cristo. El emperador romano Dioclesiano intenta entonces convencerlo de adorar a los ídolos prometiéndole por ello grandes distinciones y dignidades, amenazándolo luego con durísimas penas si no se doblegaba a su mandato para por fin decretar la pena de muerte. El imberbe soldado sufrió el martirio de los azotes, de los garfios de hierro sobre la carne desnuda, los baños con cal viva, la introducción en un tonel repleto de clavos, viendo con admiración como se curaban sus heridas milagrosamente al tiempo que se las inflingían, hasta que por último el santo fue amarrado a un caballo, arrastrado por las calles de la ciudad y finalmente decapitado. Su cadáver fue trasladado con el tiempo a Lydda, población de Tierra Santa.



   A partir del siglo XIII aparece San Jorge junto a San Miguel como santo militar, sacralizando a la caballería andante y abanderando la militarización de la fe y las acciones armadas, siendo así patrono de la caballería en general y de las órdenes militares en particular. Se trata de un singular proceso histórico de transformación, por medio del cual San Jorge es recuperado por la ideología caballeresca militar como soldado y ciervo de Cristo, sacralizando de tal suerte el mismo emblema iconográfico de los templarios, cuya enseña enarbola exhibiendo una cruz roja empicada en el pecho sobre un fondo de plata -sobresaliendo en tal renglón la orden alemana por su ferviente culto a San Jorge. En el siglo XIII destaca asimismo San Mauricio, santo guerrero y jefe de la legión tebana que se convierte en protector del imperio germánico de la cristiandad. Transformado en referente de la caballería, San Jorge se convierte en patrón en Inglaterra, Aragón, Cataluña, Portugal y Génova –a partir de 1749 es también adoptado en México como patrono de Durango, protegiendo a la población contra la temible picadura de los alacranes a los que con un cordón amarra por la cola.
   En lo que respecta al ciclo artúrico del mundo celta en el siglo IV, el santo Jorge aparece en dos ocasiones: en la Historia del Santo Grial el héroe Evalach, en medio de su conversión al cristianismo, lucha contra las tropas del rey Tholomer y es ayudado por un misterioso caballero parecido a un ángel que desaparece de forma maravillosa al final del combate; por otra parte en la Búsqueda del Santo Grial el rey Baudemagu es perseguido y derribado por un caballero blanco que se dice enviado por Dios.




III.- La Leyenda: las Apariciones Milagrosas
      Han llegado hasta nuestros días numerosas narraciones de las apariciones milagrosas de San Jorge durante las Cruzadas en medio de combates entre cristianos y sarracenos, sobre todo las que tuvieron lugar en la época de Cataluña medieval, conservándose viva la leyenda en Barcelona, donde todavía se cuenta que venció a los moros en varias ocasiones.
   Sin embargo, el primer gran salto a la universalidad del santo en el mundo cristiano se produjo durante el enésimo asalto cruzado a la hasta entonces inexpugnable ciudad de Antioquia el 3 de junio de 1098, habiéndose visto San Jorge sobre las murallas abriendo camino con su incontenible empuje a Godofredo de Bouillon y sus huestes francas para culminar felizmente el asedio a la ciudad. La providencia se hizo presente también bajo su figura cuando Pedro I toma el castillo de Alcoraz en fecha aproximada, llave de la Huesca musulmana. Cuenta Diego de Aínsa en los albores del siglo XVII que invocando el rey Pedro I el auxilio de Dios Nuestro Señor apareció el glorioso caballero San Jorge con armas blancas y resplandecientes en muy poderoso caballo enjaezado con paramentes plateados con un caballero en las ancas y ambos con cruces rojas en los pechos. Apeándose el caballero a una señal comenzaron a combatir ambos a dos contra los Moros, tan denodada y fuertemente y dándoles tan mortales golpes, el uno a pie, el otro a caballo, que abrieron camino por do quiera que fueran acaudillando a los Cristianos. En la historia de San Juan de la Peña alegada por Curita se dice que el caballero traído por San Jorge era alemán, el cual en aquel mismo día y hora peleaba en Antioquia con los demás cruzados, matando los Moros su caballo y rodeándolo para matarle; punto en el que glorioso San Jorge se aparece para ayudarle a subir en las ancas de su caballo, sin entender ni saber el caballero alemán quien era, sacándole así del peligro y trasportándolo a la batalla de Aragón comandada por el rey Pedro I contra los Moros, señalándole que se apease y pelease. Viendo los enemigos de la fe aquellos dos caballeros cruzados se espantaron al ver que Dios los perseguía y empezaron de huir quien más podía, maravillándose los Cristianos de la nueva divisa de la cruz y alegrándose, cobrando nuevo esfuerzo e hiriendo a los Moros y así los arrancaron del campo y acabaron de vencer.


   Más recientemente en México, en el estado de Durango, por el año de 1926, se suscitó un conflicto religioso, llamado la “Guerra de los Cristeros”, pues el gobierno de Plutarco Elías Calles decreto cerrar los templos cristianos  en toda la República Mexicana y que los sacerdotes fueran expulsados al extranjero. As+i, aunque el Gobierno está para que se le respete, eso no convino a los hombres de buena fe, levantándose en armas un grupo de creyentes, acaudillados y teniendo al frente a Trinidad Mora y al grito de “¡Viva Cristo Rey!” se defendieron con las armas en el pueblo de Santiago Bayacora. Francisco Campos narra en su escrito “Memorias de Santiago Bayacora, Durango” que repetidamente, en los enfrentamientos armados, Dios les ayudó a ganar en varios combates, atribuyendo tal apoyo al Santo Santiago el Mayor Apóstol. Los soldados del gobierno consignaron que los indios levantados en armas contra el gobierno eran todos hechiceros, porque traían un General muy valiente, que andaba en un caballo blanco, con una mujer vestida de color café, que andaban con los levantados, y que cuando hacían fuego contra ellos, los brazos se les caían por completo, de tal manera que no les podían tirar, y que además se ponía un nublinazo, y que cuando se quitaba pues ya no había nada de los indios, de tal manera que ganaban ellos. Por eso los Cristeros creían, sabiendo que no había en su ejército ningún caballo blanco ni ninguna mujer, que se trataba en verdad de Santo Santiaguito y de la Santísima Virgen los que andaban con ellos en persona, aunque no los podían ver, porque no lo merecían.[1]





[1] Jean Meyer. El Coraje Cristero. La Rebelión de Bayacora. Ed. UJED. Durango, México, 2007.  Págs. 23 y 33. 



IV.- Aragón
   En 1201 Pedro II de Aragón funda la orden de San Jorge, teniendo esta como cometido defender la costa entre Cambrils y Tortosa de las incursiones de piratas sarracenos, anexándose así a las ordenes militares de los Templarios y Hospitalarios fundadas para proteger a los peregrinos de Tierra Santa y los reinos latinos de Jerusalén. En el Libre dels Feits ( o Crónica d´En Jaume I), redactado ente 1244 y 1274, relata el propio rey Jaime I de Aragón que un desconocido, a quien identifica con San Jorge, apareció en su caballo blanco junto con la armada catalana durante la conquista de Mallorca, aunque advierte que la isla fue tomada mediante los esfuerzos militares. También en la campaña contra Valencia, donde algunos caballeros catalanes y aragoneses explican que cuando estuvieron en un monte ahora llamado Santa María de Puig y contra ellos viniese toda la morisca se apareció San Jorge con muchos caballeros del paraíso que ayudaron a vencer en la batalla en que no murió cristiano alguno. 
   Las reliquias del santo son así trasportadas a Cataluña por mandato de los reyes de Aragón, debido a su gran carga simbólica. Posteriormente Pedro IV crea la orden laica de caballeros dedicada a San Jorge a quien toman por modelo y protector y abanderado de Aragón, ordenando las Cortes de Aragón en 1461 que la fiesta de San Jorge sea celebrada el día 23 de abril con carácter perpetuo e inviolable en todo el reino. Sin embargo, desde la época de Pedro el Ceremonioso, todos los monarcas catalano-aragoneses titulares de la Corona de Aragón llevan un dragón dorado como cimera –llevándolo también la rama mallorquina, siciliana y napolitana de la dinastía aragonesa, por lo que con tal razón se dirá: D´Aragó es el Dragó.



    Y es justamente en Cataluña, donde fue popular el grito de guerra ¡Aragó i San Jordi!, que el santo Jorge se transforma paulatinamente en las representaciones, desmilitarizándose progresivamente, terminada la obra de la reconquista, para dejar las armas y volver sus ojos al culto agrícola, solidarizándose de esta suerte al periodo de transición entre el invierno y la primavera y con la luz de la fertilidad en la naturaleza, que se prolonga hasta los inicios de otoño. De tal manera forma parte de una cuadriga de santos, llamados los “Cuatro Caballeros”. En efecto, la Canción de Antioquia, donde Suliman menciona las apariciones de San Jorge, también lo alía a San Dionisio (obispo con fiesta el 8 de abril), San Demetrio (mártir con fiesta el 9 de abril) y  a San Miguel señor de todos ellos (arcángel, con fiesta el 29 de septiembre).
   En la tradición catalana el día consagrado al santo es costumbre que los hombres ofrezcan una rosa a las mujeres (en Tárrega las mujeres regalan por lo contrario un ramo de rosas a los varones) –ello debido al culto de San Jorge, pues cuenta la leyenda que cuando abatió al dragón la sangre derramada por la bestia hizo nacer en la tierra un rosa de Siria. También es costumbre que todo el mundo se intercambie libros e incluso que regrese los obtenidos en calidad de préstamo Por razones análogas es uso en algunas regiones que los maridos carnudos se reúnan con salientes en la frente en forma de cuernos para exponerse a la risa del mundo.
   En México, en la Ciudad de Durango, es tradición que el pueblo de la fe venere a San Jorge en la Catedral Basílica Menor el mismo día, depositando en el presbiterio frescas flores y velas, luego de besar el cordón de la leyenda, y cuando velas y flores forman ya un monte, alrededor de la media noche, los campesinos durangueños las recogen para esparcirlas por los campos labrantíos, pues al haber estado en contacto con el Santo ayudan a que las plagas no dañen los cultivos –culto derivado de la creencia religiosa en una poesía superior al hombre, cuya acción se despliega tras el telón de la naturaleza. 
   Costumbres que nos hablan, pues, de la homologación del hombre en el Cosmos, del mito del ser del hombre en relación orgánica con la naturaleza como un todo y de la solidaridad de la persona con la vida total que le rodea, que le precede y que le sigue, pues todas las cosas de la naturaleza están en relación unas con otras (holismo). En efecto, la fiesta de San Jorge tiene como motivo medular, mediante la experiencia biológica de la muerte y el renacimiento de la naturaleza, despertar las maravillas aletargadas que se encuentran en nuestro interior. Intento, pues, de reintegrar nuevamente al hombre en el Cosmos mediante la solidaridad con los ritmos de la naturaleza y la conciencia del misterio del gran despertar vegetal traído por la primavera vista como realidad trascendente y sagrada -no sólo como fenómeno que experimentamos biológica y sentimentalmente, al azar y oscuramente, sino mirando directamente sus símbolos y practicando algunas ceremonias como fuentes de energía y contemplación, para desarrollar por medio de imágenes místicas las potencias anímicas al ponerlas en armonía con las estaciones y sus profundas reverberaciones, destacando de tal forma en alto relieve la posición espiritual del hombre en el Cosmos como un ingrediente fundamental de la dignidad humana.



VI.- El Dragón y sus Símbolos
   El dragón es uno de los símbolos más antiguos, permanentes y universales de la humanidad. Se trata de un género de reptil que tiene su propia constelación sideral (Draco) y que está asociado a brujas y demonios, siendo su valor simbólico tradicional  el de los enemigos del cristianismo, representando así el paganismo y las herejías, especialmente el arrianismo. Su imagen es la del monstruoso reptil que anida en las aguas de un pozo emponzoñando el aire con su pestilente aliento –representando así el pantano las aguas añubladas y decadentes del estancamiento moral y la corrupción de las costumbres. El combate entre el santo y el dragón viene a ser entonces una escenificación del saneamiento del maléfico pantano en que anida el reptil y la llegada del agua clara y de los aires transparentes del espíritu –punto en el que traer a cuenta la imagen de la victoria de Cristo sobre el dragón de la idolatría romana impresa en una moneda del siglo IV por Constantino, pero también la victoria sobre el animal por Donato, obispo de Epiro en tiempos de los emperadores Arcadio y Honorio, quien combatió exitosamente contra el dragón cuyo pestífero aliento envenenaba el aire circundante.
   De acuerdo con las tradiciones especializadas medievales se trata de un animal a la vez subterráneo y aéreo asociado a la vez al agua y cuya fuerza reside en la cola (chirrión del diablo o  flagelo del espíritu maligno). En efecto, “nuestro antiguo enemigo” (San Agustín) es el animal más grande que existe sobre la tierra y está ligado al mar por los textos bíblicos bajo la forma del temible Leviatán y de Rahab. El dragón es así un monstruo acuático relacionado a la inmensidad caótica y estéril del mar y a las inundaciones catastróficas que desafían el ritmo pluvial y la estabilidad de las estaciones. Se trata de un hibrido monstruoso compuesto por la serpiente que se arrastra sobre la tierra, por el dragón que vuela por el aire (ingens draco)  y por el draco marino (anguis), el cual al ser derrotado huye al pavoroso ponto en lo más profundo del mar o es finalmente atrapado en una cisterna de plomo herméticamente sellada.



   El emperador Dioclesiano es así visto en la imagen mítica como un dragón, traslación metafórica a la que califica por el atributo de la maldad y tiranía con la que gobierna, siendo San Jorge la imagen de la guerra declarada a la naturaleza débil y corrompida del hombre, teniendo su combate por misión levantarla de nuevo, para que renazca y se regenere por medio del carácter imperturbable de la ley moral establecida irrecusablemente por medio del cristianismo y cuya infracción conlleva parejamente al desorden social una turbación profunda en el fondo de la conciencia. Sus armas contra el rojo error de la verde herejía no son entones otras que la espada de la ley y la lanza del fuego original, que fustigan el cuerpo espeso, la envoltura cada vez más pesada del alma envuelta en la pecaminosidad y al corazón endurecido como el diamante negro de la impiedad. Porque el dragón es también emblema del extravío del camino y la confusión de los órdenes, cuyo sitio en el psiquismo indica la retorcedura donde se revuelve lo más puro con lo más lamentable, trastocando así los símbolos de transformación por imágenes de apetitos impuros y grotescas figuras donde el alma pierde el recuerdo de su origen celeste al estar cada vez más prisionera en el amor desenfrenado por la materia y más y más embriagada por la voluptuosidad de los equívocos placeres mundanos de la vida.
   Porque característica del mal es la particularidad, el capricho que liga lo común a lo vulgar, lo fantasioso e infantil a lo contingente y equívoco, pues el dragón es símbolo del hombre apresado por el “yo” egoísta y vanidoso, codicioso de la apariencia superficial de las cosas, que gusta atesorar sin beneficio alguno objetos brillantes para sepultarlos en el antro tenebroso de la avaricia, viviendo así sin conciencia de las profundas raíces del ser ni relación con el hombre interior.
   La figura del dragón representa entonces un estado de conciencia arcaico: el del alma por completo ajena a la divinidad, que ni participa de la cualidad divina, ni reconoce su majestad, ni la inmortalidad del alma, ni pertenece propiamente a nada. Alma alienada, huérfana e inconsciente, arcaica y sin evolucionar, falta de educación anímica y estancada en un sombrío paganismo cuya falta de desarrollo espiritual la lleva a la indiferenciación de los órdenes y al aplanamiento y deformaciones de la conciencia, encontrándose aislada, escindida de los ritmos y rimas de la naturaleza, con la que ni se solidariza y de la que no participa, siendo por todo ello figura de lo artificial; también de lo furioso y violento que conlleva la imagen del Caos, del orden natural del universo roto por el hombre. Bostezo cavernícola de la gran boca vacía que todo lo succiona engullendo al hombre y haciendo perder el sentido a toda actividad humana al invitar a la orgía del antiguo desorden original. Así, el dragón simbólicamente personifica también a la idolatría, en cuya debilidad y pereza moral se extingue el alma humana presa en tinieblas, siendo por tanto emblema del mal absoluto (el Diablo o Satanás).
   Así, el género de reptil que es el dragón, en lo que tiene de degradación del hombre, de acercamiento a los niveles ínfimos de la creación, de participación en los niveles profanos y meramente biológicos de la condición humana carentes en absoluto de valor metafísico y trascendencia,  nos habla no sólo de la cobardía de la maldad, que tiene en si misma el testigo que la condena, también de su inconciencia insensata, que no quiere servirse de la ayuda de la razón, de donde surge el carácter colérico, violento e irracional, el cual acaba en el extremismo narcisista de alzarse a la categoría de arbiter mundi –pero que en realidad son los postulados decadentes de lo contra natura o de los procesos psíquicos impropios.



   El dragón, dibujado como glotón y sin inteligencia, simboliza la indiferencia e indistinción de los periodos caóticos que ponen en peligro las fuerzas mismas de la vida por medio de la “virtualidad” y la oscuridad, la sequía, la suspensión de las leyes y la muerte. Imagen que revela asimismo la suerte de los malvados que oprimen al pueblo consagrado, los cuales quedarán finalmente aprisionados por la oscuridad de la mirada y cautivos en la noche interminable de la materia, aterrados por ruidos y figuras que aparecen con pavor de insomnio y de horribles fantasmas -cárcel sin rejas que los acompañará a todas partes, abrazados a los sueños atormentadores del reino impotente de la muerte que de tal forma los reclamará como hijos suyos.
   San Jorge representa así la lucha abierta contra la idolatría, pues, que conduce a las almas al camino del mar y su estela sin destino, donde  pierden el recuerdo de su origen hasta ser succionadas por las aguas en que las almas mas bajas y malvadas quedan prisioneras en el barro de los sueños oscuros, desgarradas por los fantasmas nocturnos de monstruos y animales que toman el lugar del espíritu, hasta llegar a la pérdida total de la conciencia y su final destrucción en las tinieblas de la noche, en la involución del alma humana en la animal para su disolución final en la materia.
   Por su parte la lanza blandida por el santo es la ley y la palabra encarnada, el agua viva que brota de la fuente metafísica cual guía de luz para la humanidad y que las tinieblas no podrán nunca apagar. Porque el alma humana tiene de suyo una naturaleza religiosa, siendo las alegorías ad Christum specta arquetipos psíquicos, sellos que se graban en la conciencias despiertas como tipos interiores, cuyo efecto es indefinido y polifacético, poniendo en obra la personificación de la individualidad en el juego libre y espontáneo de las asociaciones y contenidos arquetípicos de la conciencia. Porque el alma, lejos de ser el pobre humo de un “ser arrojado ahí” (Dasein) como quisiera el psicologismo existencialista, es el reino esencial donde subsisten los valores sumos como bienes inmutables, prontos a ser despertados y activarse mediante el golpe e impresión de las imágenes eidéticas que buscan el desarrollo de la individualidad en la diferenciación infinita de la especie.
   Porque el alma es un ojo y una escucha al que le es dado ver la luz del espíritu y seguir la voz de la conciencia –siendo la tarea más noble de la educación trasmitir las experiencias interiores propias del alma. Porque ni la Ciencia Moderna de la Naturaleza, ni sus Filosofías instrumentales y analíticas, afectadas de ciego paganismo y lastradas de materialismo sordo, han podido matar el sentido del mito que alimenta espiritualmente al hombre sencillo; tampoco el mensaje religioso de Cristo ha muerto, ni sepultada la vida simbólica del Renacimiento, ni vencida la imagen poderosa de San Jorge. Porque en virtud de expresiones verbales e imágenes perdurables, articuladoras de situaciones de convivencia formativas del alma individual y del espíritu colectivo de una comunidad, seguimos aún hoy reverberando con las armonías de su leyenda, saciando en el río del tiempo la sed de nuestras almas y llenando con su luz los ojos al contemplar en el decurso del devenir universal las hermosas joyas cristalinas, brillantes cual  zafiros y esmeraldas,  cuyos emblemas de fe en el ciclo de cada año vuelven a rodar a nuestros pies para ponerse al alcance de las manos y ser abrazadas en el pecho por los abiertos corazones.



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