viernes, 6 de septiembre de 2013

VI.- Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos La Morada del Artesano (6a de 10 Partes) Por Alberto Espinosa Orozco

VI.- Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos

La  Morada del Artesano
Por Alberto Espinosa Orozco



VI
   El cuento del rotulista popular va ahondando así en los tesoros de la imagen poética, que como la vieja carcacha de la abuela nos invita a una aventura hecha toda ella de guiños y gestos significativos y cuyo recorrido consiste en la exploración de las emociones de la vida para retornar purificados a la antigua morada interior y rejuvenecidos por el viaje volver a abrir el corazón del día -donde la verdad de la vida nos había estado todo el tiempo aguardando desde el principio. Es el don poético de la imagen, que al motivar al signo y trazar una red de analogías y parentescos se transforma en icono de la memoria, invitándonos entonces a recorrer sus surcos y sus huellas para hacernos participar de la  realidad de la vida. Así, el carromato que carbura para salir de la cochera: es la imagen también de un espacio abierto a la memoria donde puedan comunicarse las miradas y cruzar los sentimientos, que se hunde también en la distancia temporal futura con las nuevas emociones expectantes que la fantasía depara. Así, por un efecto de insólita maestría la imagen popular traspasa el marco de la puerta para desdoblar la realidad y desbordar el reino emocional, vertiendo entonces sobre el tiempo sus sustancias de anhelo o de memoria llevándonos allá, al espacio imaginario donde es posible confirmar nuestro derecho a la pertenencia y realizar lo irrealizado, cumpliendo así vicariamente  también lo prometido. Así, la vieja carcacha de la abuela abre las puertas de acero que nos separan del mundo volviéndonos huérfanos de vida, para hacernos entrar al alma de las cosas y volver a ser otra vez los visitados, los fértiles de amor, los requeridos –y donde poder mirar con nuevos ojos otra vez como era el mundo en realidad cuando alguien nos miraba de veras a los ojos.
    Porque al polarizar el mundo al imantarlo de valor en la combinación de la imagen representada con la realidad vivida el artista popular nos abre también en el misterioso manantial de agua penetrable donde lejos de exigirnos cartas de identidad se otorgan credenciales de reconocimiento. Sitio donde se suspenden las prohibiciones chatas y sanciones puntillosas para dejar el paso franco a lo legítimamente permitido –y cuya deuda de amor sólo es pagable obedeciendo la ley sin petrificarla en regla y cumpliendo así la aceptación de la promesa. Fuente de la vida y de la creación cuyo decurso está insuflado de alma, aligerándonos la carga al no tomar en cuenta las cosas que posee el corazón siendo a la vez poseído por ellas, sino los lugares a donde entra con las alas del viajero. Río y camino de la significación cuya guía de luz desciende como un alma para encarnar en un cuerpo y para abrir un recinto en cuyo hogar volver a reiniciar el diálogo. Lugar que inaugura el amor en la aceptación del ser reconocido y que es también el sitio de la cita y el rencuentro -llave mágica que abre con su fulgor el espacio al aire transparente estableciendo al logos como lugar  donde escuchar también el coloquio del espíritu.
   Las viñetas murales del rotulista popular son entonces chispas de luz para encender los ojos y hacer carburar a la aventura, animando así el espacio al escuchar a la vida hablando desde siempre. Imágenes que al resonar con la obra de la creación y abrir el ser al reconocimiento hacen posible ver también lo que la vida nos muestra al mirarnos. Encarnación del valor poético, consistente en hablar con la vida y permitir que la vida nos responda. Así, en sus figuraciones el humilde ilustrador nos otorga entonces una merced que es ella misma toda gracia, pues al dejar constancia de lo que nos ocupa y de aquello que nos pasa agrega algo más que se da además como por añadidura: una celebración del mundo y de la vida que es a la vez una danza de alegría. 
   La moral del artesano empieza así por entregar una lujosa filosofía de la fe y de la gracia, que exigiendo en rigor lo mejor de todo en cada uno sin embargo sabe conformarse con lo poco para estar de cualquier suerte reconciliada con el todo. Porque vivir en ese espacio imaginario donde se traba la emoción de la nostalgia del pasado con la proyección de la ficción y el afán de algún futuro es también abrir sellado secreto de la pertenencia: es tener la luminosa miel del corazón derramada siempre en otro sitio y henchirlo entonces de presencias y de voces al entrar por la gracia del alma en la casa de las cosas y  habitar el corazón del mundo.





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