martes, 24 de septiembre de 2013

La Escuela de París: Diego Rivera Por Alberto Espinosa Orozco

La Escuela de París: Diego Rivera
Por Alberto Espinosa Orozco




Amadeo Modigliani - DiegoRivera (1886-1957) Wählen Sie hier Ihre Wandfarbe.

   Diego Rivera (1886-1957) estuvo por cerca de catorce años en Europa, de 1906 a 1921. Regresó a México en 1910 para exponer sus obras en las festividades del centenario de la Independencia, exposición que fue inaugurada por la esposa de Porfirio Díaz,  Carmen de Romero Rubio. Diego Rivera tiene su primera exposición en el año de 1907, gracias a la cual logra conseguir que el gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, le otorgue una beca para estudiar en España.
     Rivera marchó a España en 1907 armado solamente con la pensión otorgada por el gobierno de Porfirio Díaz y el apoyo económico concedido por el gobernador de Veracruz.
   Llega a España en 1907 e ingresa a la Academia madrileña de San Fernando y estudia en el taller del pintor Chicharro, a donde acudían famosos intelectuales como Ramón del Valle Inclán, Gómez de la Serna, Luís de la Rocha. Diego Rivera aparece entonces como una gigantesca esponja que todo lo absorbe con su prodigiosa memoria visual. Es el proceso de absorción de la escuela realista española, donde se retrata tanto la belleza de la fuerza del paisaje como de las gentes. En 1908 visita la ciudad de París, cuna de las vanguardias artísticas y polo de la bohemia e intelectualidad del todo e mundo, y en 1909 se traslada a vivir a aquella ciudad, haciendo rápidas incursiones a Bélgica, a Holanda, a Inglaterra, ciudades donde contempla los grandes museos de toda Europa.  Sus excesos son de todo tipo, en el comer en el beber, en el leer y devorar libros de Darwin, de Zolá, de Schopenhauer. Exhibe con los Independientes de País y es conmovido profundamente por la obra de Paul Cézanne, gran iniciador del impresionismo postrero e iniciador del arte moderno.
   En 1909 conoce a Mará Gutiérrez Blanchard y a su amiga Angelina Belof, con quien se casará al poco tiempo. Unos años después se encuentra enteramente sumergido en el movimiento cubista perteneciendo al grupo de Juan Gris, Picasso, Modiglianni, Braque, Ángel Zárraga y los poetas Paul Eluard y Apollinaire. Practica los diferentes estilos, el puntillismo, el cubismo, el sensualismo de Renoir, el formalismo equilibrado de Cézanne, el colorido simbolismo de Gauguin.
   Después de haber pasado un año en España, donde se hace discípulo de su primer mentor español, Eduardo Chicharro, un tibio modernista que trabajaba en su taller convencional donde tenía como colega a María Gutiérrez Cueto Blanchard, se estableció en París donde permaneció hasta un año antes de su regreso a México en 1921. En España visitó sobre todo el Museo del Prado, para admirar a Goya, Velázquez y el Greco. Durante su estadía en Europa visitó los museos de las grades ciudades de París, de Brujas, de Gante, de Londres, Roma y Madrid.
   Luego del viaje a México en 1910, luego del cual recorre los museos de España de octubre de 1910 a julio de 1911,  se casaron en París, teniendo ella 32 años de edad y el 24, durando su matrimonio por 10 años hasta 1921. Durante su estancia en México, tiene una exhibición de su trabajo por la pensión que ha recibido del gobierno mexicano desde 1907. La muestra se realiza en al Escuela de Bellas Artes y es inaugurada el domingo 20 de noviembre de 1910, constando la exposición de 35 pinturas y 10 aguafuertes, mostrando el tipo de pintura que le interesaba en esa época., habiendo sido influenciado por los dos grandes, enormes, de España: el Greco y Goya, pero también por Rembrandt, Turner, Boticelli, Paolo Ucello y Piero de la Francesca. La Pinacoteca de la Escuela de Bellas Artes le compra 5 cuadros y vende a coleccionistas privados otros ocho –que son La parte de Pedro, La casona, Muchacha bretona, El barco demolido de Bretaña y La casa sobre el puente y Reflejos. Al poco tiempo regresaría a París debido a los “desordenes políticos” en el país desatados por la revuelta armada.  
   París era por ese tiempo la escuela de la pintura. Desde su llegada a la vieja capital de la revolución en 1910 Diego Rivera descubre la pintura de Cézanne velando toda una noche la obra que tendría expuesta en sus escaparates el comerciante Ambroise Vollard y con la que queda conmocionado delirando y con fiebre durante tres días consecutivos. Regresa a París en 1911 para sumergirse de lleno en el mayor trastorno revolucionario que haya conocido la historia del arte europeo, dejando atrás sus enseñanzas de la pintura clásica española  recibidas en San Carlos y en Toledo. El movimiento artístico parisino afecta la estética de la arquitectura, la música, la poesía y la literatura. Si el anarquismo estético del movimiento dada, que terminaría por desembocar en la moda teatral y de escaparate del surrealismo petrificado en convención risible. El movimiento revolucionario del cubismo es blasfemo y distorsionante y según declara, no sin anarquía, Diego Rivera: “no respeta nada”.
   En 1909 María Blanchard (Santander 1881-París 1932), su colega en el taller de Chicharro, lo presenta con la joven rusa Angelina Beloff (1879-1969), quien se había traslado de su natal San Petersburgo a estudiar en París en la academia de Henrri Matisse, formando parte del taller de Hermenegildo Anglada Camarasa en la Academia Vitti. María Blanchard tendría luego una etapa riveriana en el cubismo, de 1916 a 1919, utilizando las estructuras transparentes, los colores ordinarios, la intervención de papeles decorados y los efectos de entablado.[1]
   Además de los artistas judíos emigrados como Soutin, Kisling, Max Jacob e Ilya Ehremburg, el bohemio genial, el ogro fanfarrón y embustero que es Rivera se hace amigo de Amadeus Modiglianni, compartiendo con él y su amante Jeanne Hébuterne durante algunos meses su estudio de la rue du Départ donde vivía con Angelina Beloff –sosteniéndose con dificultad entre ellos una amistad camaradería excéntrica atizada por el alcohol y los altercados constantes. Rivera vive en el gélido París, como tantos otros artistas, como puede en su departamento sin calefacción pues desde el principio de la revuelta armada deja de llegarle la pensión del gobierno mexicano. Se revela entonces como un “devorador de mujeres” (como un “caníbal”) viviendo una pasión anárquica con frágil rubia rusa y ambiciosa Marievna Vorovera-Stebelska, joven amiga de Angelina Beloff, con la que vive una pasión anárquica y efímera de la que ella guardará una hija llamada Marieka que el pintor no reconoció, Marieka (“la hija del armisticio” la llamará después burlonamente, pues al momento de la ruptura la atractiva joven eslava le dejó al pintor una indeleble cicatriz en la nuca por una cuchillada de celos de mujer burlada, a manera de indeleble recuerdo de la ruptura.
   El pintor y espía zarista Zinoviev hace un retrato de cuerpo entero de Rivera (194.3  126.3 cmts.) de modos futuristas y sobre un fondo bioquímico simbolista. Zinoviev era policía secreto del zar destaco en París. Había sido de joven compañero de Ilya Eremburg cuando hubo un complot contra el gobierno –los jóvenes fueron detenidos y Zinoviev delató a sus compañeros, algunos de los cuales unos fueron enviados a Siberia, a prisión otros y unos cuantos más fueron ahorcados. El retrato fue a parar a la colección de Barnat Biaum y finalmente fue subastado por la casa Soterby´s en el año de 1997. Por su parte Rivera también le hizo un retrato, obra que se llama Retrato futurista el cual se encuentra en el Museo de Guadalajara, Jalisco.
   La pintora rusa Angelina Beloff, una  joven rusa de tipo muy puro, de cabellos largos muy rubios y ojos muy azules, dulces, sencillos y honestos hasta lo inverosímil. Fue su compañera en París durante diez años, escogiendo “para su mayor desdicha” hacerse su mujer legítima.  En 1915 da a luz el único hijo varón, el pequeño Diego,  el cual muere poco después, en 1918, a fines del armisticio, a consecuencia de una menigitis agravada por la miseria de la guerra. Un cierto día Diego le contaría a su hija Guadalupe Rivera Marín: “Hoy mi hijo tendrá 35 años”., y prosiguió contando siguiendo el estilo cruelmente naturalista de Emil Zola, que Dieguito había muerto porque no tenían dinero para comprar el carbón con que calentarse.
   En 1914 la pareja viajó a España y vivieron en Madrid por una temporada. Ramón Gómez de la Serna, en el capítulo “Riverismo” de su libro Ismos, describe a Angelina Beloff como incógnita y silenciosa, inteligente y humilde, como cubierta por un velo que iba muy bien a su espíritu. Un ser dulce y débil de una voz delicada, ce tono herido por los ácidos para las planchas del aguafuerte que le había atacado la garganta –trabajando la naturaleza más burda y vil. De ojos azules y perfil fino, de jersey azulen su casa, y traje azul de rallas en líneas resultas por la calle, tan envolventemente azul que podría llamársele por eso “el pájaro azul”. Cuando regresa a México solo no piensa por un minuto en el desastre en que Angelina se sumirá con su partida. Ella misma confesaría con el tiempo que a Diego Rivera le interesaba la gente mientras podía nutrir su espíritu con ella en la relación, pero que perdía todo interés cuanto sentía que aquella fuente se había agotado.
   Diego Rivera también tuvo una hija ilegitima, con otra mujer rusa, en París: Marievna Vorovera-Stebelska, joven amiga de Angelina Beloff, rusa y rubia como ella, frágil de aspecto, voluntariosa y ambiciosa. Con ella tiene el pintor una hija, Marieka, “la hija del armisticio”. De esa pasión caótica el pintor guardó dos croquis tomados al vuelo y la cicatriz en la nuca debida a una cuchillada de Marievna en el momento de la ruptura.
   Encuentra en el  París de la Bella Época un torbellino de ideas estéticas, relacionando pronto con los artistas anarquistas y exilados de Monparnasse (Modigliani, Soutine, Picasso, Erenmburg). Sus amigos en los círculos bohemios de Montparnasse, fueron Picasso, quien años después no querría acordarse de su nombre, Gertrude Stein, Guillaume Apollinare, Elie Faure, Ilia Ehrenburg, Soutin, Diaghilev, Amadeo Modiglianni. .Diego Ribera forma parte del grupo bohemio y turbulento que ha marcado el arte nuevo de la preguerra: Picabia, Juan Gris, Braque y los artistas judíos: Soutine, Kisling, Max Jacob, Ilsa Ehremburg (quien lo toma como modelo de su personaje “Julio Jurenito”, el príncipe de la bohemia parisina, genial, fanfarrón y embustero). Con Amadeo Modigliani vive una amistad turbulenta y excéntrica, hecha de camaradería, bebida y altercados. Modigiani y su amante Jeanne Hébuterne viven eun tiemplo incluso en el departamento de Diego y Angelina, en el no. 26 de la Rue de Déportpor, en Montparnasse, siendo vecinos de Piet Mondrian. Temporada amarga en la que sobreviven en la más honda miseria en su taller estudio de Rue du Départ, sin el dinero que le enviaba a Rivera el gobierno mexicano debido a los “desórdenes políticos”, sin calefacción, en el gélido París de la guerra.





   Un artista español, provocador y visionario, es el verdadero centro de la atención vanguardista: Pablo Picasso. Diego forma parte del pequeño grupo turbulento que marca los años de la preguerra artística parisina en Montparnasse, logrando acercarse a Picasso desde el verano de 1913. Diego Rivera tiene 26 años de edad e incursiona en el cubismo, periodo que durará un lustro, pues se extenderá hasta 1918. De hecho, sus primero cuadros cubistas los pinta en la ciudad de Toledo en 1914. Se trata del periodo en que Rivera estuvo más cerca de las vanguardistas pictóricas, especialmente cubismo y el futurismo, pero también del fauve. La etapa cubista de Rivera se gestó en 1912, floreció de 1913 a 1917 y dio sus últimas floraciones en 1918. Su amigo Ilya Eremburg accedió a que el mexicano le hiciera un retrato cubista sentado con un sobrero puesto, el cual fe vendido aun diplomático americano. Se reunían en La Rotonda que era un mundo desarraigados y entre los desarraigados fue su amigo en el momento en que Rivera está infectado de un fervoroso picassianismo y sufre la influencia de Robert Delaunay en sus investigaciones sobre el movimiento, que es la etapa denominada cubo-futurista de Diego Rivera –pues el futurismo exploraba las posibilidades de la precepción mult-sensorial del espacio donde varias faces móviles fluyen entremezcladas, donde se trata de captar la luz como irracionales espaciales en su aspecto movedizo para ordenar en forma radial las líneas del exterior, pues el futurismo combina junto con el dinamismo los principios perceptivos simultáneos. A ese periodo pertenecen los cuadros: Puente de Toledo, La niña de las alcachofas, La niña de los abanicos, Dos mujeres, El paquebote de Mallorca   

   George Braque y Pablo Picasso habían iniciado a incursionar en una especie de expresionismo constructivo desde 1907. A ellos se les unió Juan Gris, quien comprendió el cubismo como una especie de facetismo de extrema conceptualización, donde se descompone el espacio en unidades estructurales por medio del análisis y la descomposición de las formas visibles y la eliminación de la perspectiva. Los espacios estructurales ganaron con ello organización sistemática dando a un objeto o figura distintas relaciones de proporción. Picasso lo influencia enormemente en su etapa cubista, participando en las proezas más importantes del movimiento y asimilando como una esponja todo lo que se encontraba en su derredor. El movimiento revolucionario cubista se conforma en torno a Picasso, Juan Gris, Braque, Zárraga y Rivera por esos años, a los que hay que sumar a Robert y Sonia Delauny, a André Salmón, a Jean Cocteau. En la recamara de Diego Rivera de la casa de Coyoacán, colgaba el cuadro de 1914 El reloj despertador, el cual era propiedad de Frida Kalho. Fue uno de los primeros discípulos cubistas de Picasso, y más tarde su amigo, por un tiempo al menos, desde sus primeros días en París. Porque Picasso era en París en primer pintor, con un estilo innegablemente nuevo que influenció a todos. Rivera debutó como cubista en el Salón de Otoño de 1913 con dos obras: Niña de los arabescos y Muchacha con alcachofas, ´mas una composición de la adoración de la virgen y el niño. La primera exposición  colectiva cubista tuvo lugar en el Salón de los Independientes de 1911. Tentado por las investigaciones cubistas, Diego Rivera tiene su primera exposición el 21 de abril al 6 de mayo de 1914 en la galería de Berthe Weill, en la calle de Víctor Massés. Ella era un andrógino anarquista con aspecto de pigmeo, de ojos saltones, que le hablaba a Marte, jorobada, de aspecto bohemio e insignificante que tenía un cuartucho pequeño, sórdido, abominable, cercano a la Plaza Pigalle, que tenia una larga historia ya desde 1900, pero en el que había expuesto Picasso.
   De 1915 1 917 Rivera tiene una etapa experimental que durará tres años, donde va sustituir el óleo por cera, usando corcho pesado y telas rugosas o toscas, incorporando texturas violentas, destacando una formula matérico-mecánica en la armonización del cuadro, la que determinaba finalmente su valor.     Pinta Rivera en ese tiempo su famosa obra Retrato Zapatista (1915) –la cual tiene del otro lado un cuadro pintado dos años antes, en 1913, titulado La mujer del pozo, que el pintor con un velo morado y que fue descubierto en 1977 por restauradores del CENCOA. La producción cubista de Rivera se compone de una serie de pinturas, dibujos e ilustraciones. En toda esa etapa Rivera aplica los principios básicos del cubismo, el tratamiento esterométrico en las formas, la construcción de un espacio pictórico legible y la descomposición sucesiva del movimiento. El cubismo de Rivera no se dirige al deleite de los sentido, sino que tratan de texturas bastas, casi agresivas, de colores ordos y violentos, de planos macizos de contornos rugosos, entrando con ello con ello en una especie de ortodoxia cubista asentimental de una aguda intuición conceptual.



 Ramón Gómez de la Serna




   Otro de los modelos de Diego Rivera en su pobre taller parisino fue Martin Luís Guzmán a quien envolvió en un sarape zacatecano, titulado la obra Escritor y activista sentado en un equipal -mismo autor del que pintó otro cuadro un año después, en 1915. 





 Pinta Naturaleza muerta con tasa gris, La terrase du café y El Guerrillero –cuadro que es impugnado por Picasso por ser una copia de El hombre apoyado en una mesa, por lo que el medio se vuelve hostil a Rivera, tan impetuoso, tan dominante, tan macizo. Ilya Herenburg había conocido a Diego Rivera a comienzos de 1913, cuando empezaba a pintar naturalezas muertas cubistas, época en la que también copiaba el Greco y a Cezanne con indudable talento una cierta inclinación a lo desmesurado que le era inherente, periodo en el que estuvo también muy atraído por Zuluoga. De inmediato empezaron las pugnas, pues Picasso había pintado una naturaleza muerta con botella de anís español del que Rivera pintó uno igual.
   Desde 1917 el trato entre Diego Rivera y Pablo Picasso se vuelve rancio. Pierre Reverdy, siguiendo las instrucciones del pintor español, empieza a calificar a Rivera de “exótico”. El pinto guanajuatense arremetería contra Picasso revelando su amistad homosexual con George Braque, quien detrás de su apariencia de macho garañón era sensible como una marquesa y femenino,  fundiéndose en Picasso como su doble, su sombra y su eco –confesando Picasso cuarenta años después respecto a Braque: “Cést ma femme…”. Algunas aberraciones de la pintura moderna eran explicadas por José Vasconcelos a cierta neurosis de la postguerra, complicada con el homosexualismo, dando origen a la “sensibilidad nueva” –pues lo que en pintura inició Braque en literatura lo consumó Joyce.[2]  La enemistad llegó al punto de que a Diego Rivera nadie lo tomó en cuenta de los historiadores del cubismo, debiendo haber sido tomado en cuenta de acuerdo al criterio de Ramón Gómez de la Serna. Ello se debió al pleito con Picasso y con otros, pues Picasso era un español de genio y el mexicano en cambio un simple imitador y un arribista. 




  Años caóticos y sombríos absorbidos por la vida exterior, por las intrigas sentimentales y por las necesidades de supervivencia diaria que lo marcarán con una especie de cicatriz indeleble. Comprende que su experiencia parisina ha concluido cuando el esteta aristócrata Élie Faure le hace tomar conciencia de que su arte, para alcanzar el lenguaje universal, precisa dejarse llevar por el pueblo entero, pues el París de la postguerra no puede ya retenerlo. El genio de Diego Rivera, es el de una fuerza profunda, espantable y casi monstruosa, de un impulso y de un salvajismo no extirpado por la experiencia intelectual de Monparnasse. Abandona a Angelina sin reparar en el desastre que le ocasiona, embarcándose hacia su país natal habitado por el furor de pintar, dejando con ello a una Europa devastada por una guerra insensata.[3]
   En 1920 el aristocrático Élie Faure hace ver a Rivera que el París de la postguerra no puede ya retenerlo, que no pertenece ya a Occidente, que su lenguaje universal debe ser llevado por el pueblo entero. Entonces Rivera prepara la partida. Llega a México impregnado con los frescos que ha visto en Italia, con Miguel Ángel, con las pinturas de Tintoretto, con las obras maestras del arte etrusco. La caída de Venustiano Carranza, que había confiscado la revolución en beneficio de los grandes propietarios y la llegada al poder de Álvaro Obregón, representante de las clases populares y la democracia, permiten en regreso. 




   Los talleres ahumados de Montparnasse. Diego Rivera se gana desde París la reputación de ser un libertino, un anarquista, un charlatán y un salvaje al que le imponen el remoquete del “Toro” al estar poseído por el vértigo de la pasión carnal violento, imperioso e intransigente que es a la par su fuerza y su flaqueza –sin embargo, llegado a México fascina a todos, no tanto por sus costumbres disolutas, sino por su arte, por la voluntad de su desmesurado trabajo, y a todos aturde con su facundia. Rivera es a la vez un ogro, un gigante y un embustero que ha vivido 14 años en París.
   Antes de regresar a México visitó Italia durante cuatro meses, deteniéndose en los frescos y encáusticas del siglo XIII y XIV para aprender de los grandes maestros la pintura monumental.
   Entre 1920 y 1921 viaja a Italia, donde conoce a los grandes maestros renacentistas y prerrenacentistas: Uccello, Massaccio, Boticceli, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo, poco antes de llegar a México listo para crear un gran arte monumental y nacionalista enderezado para expresar a los verdaderos actores de la revolución: los campesino y obreros desheredados. En México se siente la necesidad de la expresión nacionalista, producto de la recién finalizada Revolución. Luego del asesinato de Carranza en Tlaxcalaltongo son los hombres fuertes de Sonora los que asumen el poder de mando: Cales, Obregón, De la Huerta, quienes deciden para los mexicanos con una política hábil, que combina el populismo verbalmente radical con la conciliación y la represión. Por su parte el muralismo comienza con la ambición de educar a las masas populares en su propia historia, en sus propias tradiciones, haciendo a la par un retrato de su gesta histórica por liberarse de sus opresores.
   En el puerto de Saint Mazire se embarca para América sin que Angelina supiera que esa despedida era para siempre. Llegando a México recorre todo el territorio llenando cientos de libretas de dibujos buscando una especie de realismo mexicano  donde se aliaran costumbrismo y naturalismo. Diego Rivera tiene entonces 36 años de edad. Cuando regresó a México en 1921 el clima de caos regenerador donde todo es una explosión de vida y violencia y donde todo es nuevo, donde afloran las pulsiones secretas del pasado indio, y la promesa de la cultura ante un pueblo deseoso de aprenderlo todo y recibirlo todo.



[1] María Blanchard murió el 15 de abril de 1932. En una velada en homenaje a l artista celebrada unos días después en el Ateneo de Madrid, el poeta Federico García Lorca leyó su Elegía a María Blanchard haciendo en ella una desagradable referencia al gigantón Rivera, a quien califica de artista sensual antítesis de la pintora que pinta de oro y esa el ombligo terrible de Plutarco Elías Calles, agregando que el pintor mexicano arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba todos los días el espejo y el lavabo en París, creyendo que las personas y las cosas eran arañas que venían a comerlo. Ver Catálogo de la exposición retrospectiva de María Blanchard del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, enero-marzo de 1982. Raquel Tibol, Luces y sombras de Diego Rivera. Op.Cit. Pág. 113.
[2] Ver Diego Rivera. Epopeya Mural. Textos de Juan Rafael Coronel Rivera, Linda Bank Downs y Luis Rius Caso. INBA, CONACULTA. México 2007. Págs. 47 a 49.
[3] Jean Marie G. Le Clésio, Diego y Frida. Ed. Diana. México, 1996. Págs. 35 a 37.  





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